viernes. 19.04.2024

Víctor Corcoba Herrero

Siempre se ha dicho que la esperanza es el sueño de los que están despiertos. Sería gozoso despertar al mundo y ver que nadie sufre por falta de lo necesario. La puerta de la felicidad sólo se abre cuando se produce la entrega total. Pienso que tenemos que abrirnos más a la vida, a sus pobladores, para potenciar la dinámica de la alegría y dejarnos habitar por ella, sin excluir a morador alguno, puesto que la salud de los seres vivos vincula a la familia humana en toda regla. Conocerse y reconocerse como persona, considerar a los demás y considerarse así mismo, ayuda sobremanera a la búsqueda generosa de los intereses comunes. Algo que hoy se tiene poco en cuenta.

Creo que al ser humano se le ha degradado como nunca. Produce cierto bochorno escuchar a personas, que suelen sentar cátedra por su formación científica o cultural, decir que el ser humano es muy parecido a los monos y que no ven a Dios por ninguna parte. Con estas ideas de similitud entre la persona y el mundo animal, resulta bastante difícil superar arbitrariedades, esclavitudes, torturas y guerras. El mundo de lo salvaje se crece. Sin embargo, tras ese mundo que no entiende de dignidades, parece resurgir con cierta fuerza, y mayor tesón, una nueva cultura preocupada (y ocupada) en resolver los problemas que atañen a la vida (a la de todos), y a la salud de las personas (a la de todas), más allá de doquier línea fronteriza.

Se ha de favorecer el progreso de la humanidad, humanizándonos. Nos alegran los signos de esperanza frente a la cultura del odio y la venganza. Que África sea un continente en movimiento que está haciendo progresos concretos en ofrecer mayor bienestar en las áreas de la salud, la educación, el comercio y la reducción de la pobreza, a todos nos afecta para bien. Que programas de trabajo europeo adquieran el compromiso a favor de la prosperidad, solidaridad, seguridad y responsabilidad externa, también nos conviene a todos. Que América Latina reciba el mayor financiamiento para el desarrollo sostenible, genera un clima de perspectivas del que todos podemos participar. Habrá que seguir trabajando en este sentido. Sobre todo, para que sea posible que las economías, a pesar de su crecimiento mundial, puedan crear empleos decentes para los jóvenes y menos jóvenes.

Con el estimulante vital de la esperanza, también es un signo de luz para hacer realidad el deber de trabajar y el derecho al trabajo y a una remuneración suficiente para poder satisfacer necesidades de familia, que la Confederación Sindical Internacional, con 306 centrales sindicales nacionales de 154 países que representan a 168 millones de miembros, recientemente se haya comprometido a lidiar con la discriminación laboral ante los desafíos de la globalización. Del mismo modo, será una señal de confianza e ilusión, que la sociedad española, con sus poderes democráticos al frente, se empeñase más en atajar las galopantes y crecientes desigualdades. A mi juicio, todavía nos hacen falta políticas de calidad en el empleo, mayor cohesión territorial, formación permanente e innovación tecnológica. El sol no se ha puesto aún para todos.

Signos de Esperanza
Comentarios