jueves. 28.03.2024

Los españoles de bien fuimos testigos el pasado sábado de una manifestación que, en principio, estaba organizada contra el terrorismo y por las víctimas y que terminó siendo un acto de mal gusto, en el que el Rey y el Gobierno aparecían en el pelotón en lugar de estar en primera fila como sería lógico y natural en un Estado de Derecho y en una sociedad democrática, como seguimos creyendo que es España. El Estado de Derecho está fallando continuamente en los últimos tiempos. Ayer falló estrepitosamente.

Con dieciséis inocentes vilmente asesinados en territorio español, lo normal es una manifestación encabezada por el Jefe del Estado, el Gobierno de la Nación en pleno, ya que fue un atentado contra España.

Sobraban las esteladas y ciertos mensajes que no venían a cuento. Es de lo más miserable el aprovechar un acto para protestar contra el terrorismo y convertirlo en una jornada reivindicativa enmarcada en un proceso secesionista. ¿Qué habrán dicho o sentido los familiares de las víctimas, sobre todo de las extranjeras? Qué vergüenza.

Es la primera vez que, después de un atentado terrorista, las víctimas no se convierten en las protagonistas del acto de protesta. Es la primera vez que brillan por su ausencia los mensajes contra el terrorismo, islamista en este caso.

¿Cómo no vamos a tener miedo si nos hemos percatado del caos policial en el que estamos inmersos?¿Cómo no vamos a tener miedo si, después de numerosas amenazas, el Gobierno no decreta la alerta 5 para seguridad de todos, aunque no se pueda garantizar al cien por cien?¿Cómo no vamos a tener miedo, inseguridad y asco cuando unos miserables impunemente silban al Rey y lo sitúan en sitio distinto de la cabeza de una manifestación?

Claro que sentimos miedo, lo que ocurre es que no se quiere reconocer ni manifestarlo en público. Quizá no sea políticamente correcto manifestar que se siente pavor ante una escalada de atentados islamistas y una posible desestabilización del Estado y de Europa.

Ya está bien de medias tintas con temas tan delicados como estos.

Sí que sentimos miedo, asco y vergüenza
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