sábado. 20.04.2024

1.- Qué tiempos aquellos en los que la Radio Club -siempre se le anteponía el artículo femenino- dedicaba discos y emitía el Patio Andaluz. Ya nadie recuerda a José Francisco Schumann , que trabajaba en un banco. Ni a Mínguez , que hacía deportes. Qué tiempos los del maestro Juan Estany , que incluso pleiteó por la autoría de la canción que interpretaba Frank Sinatra , "Extraños en la noche". Qué época la de Miguelito , Genoveva y Juan Rolo , aquel trío de ases, maestros de la radio de juguete que llegaba a la gente. No cito a mi amigo Paco Padrón porque sé que a él no le gusta que se le cite. Qué tiempos los de la generación posterior: Willy , Calero , Carmelo , Martín , Xuancar , Mateu , yo mismo, el malogrado Chela , tanta gente. Qué tiempos los vividos y qué pena me da que la Radio Club ya no sea ésa, sino otra tan distinta y tan distante. Ahora ya no se llama Radio Club sino la SER, un ente impersonal y en la ruina publicitaria, que echa a sus empleados sin indemnizarlos. Como si Carmelo Rivero no lo hubiera dado todo, casi la vida, por la empresa de esos tipos que dirige ahora -¿o es consejero-delegado?- un tal Javier Pons . Uno de esos godos que vienen a Canarias con bermudas azules de flores y una riñonera, con las patas blancas y la carta de despido en la mano con la que no se rascan los huevos.

2.- Es la radio de los comisarios políticos, llena de godos. De godos de allá y de godos de aquí. No sé quiénes son peores. Dirige el cotarro una chiquita de Las Palmas, Lourdes Santana , muy buena de boca -lo digo porque le gusta comer en los mejores restaurantes de Santa Cruz-, a la que han comisionado para que haga machuca y limpia con nuestra gente. El imbécil de Las Palmas, que no sé si es maricón o no, pero eso a mí no me importa, la pondera mucho en su bodrio porque Lourdes le pagaba bien sus intervenciones en el esperpéntico "59 segundos", un programa en el que todos los socialistas eran buenos y los otros no. Cuando gane el PP, toda esta gente se irá a tomar por saco; digo yo.

3.- Qué vergüenza de profesión. Carmelo lo dio todo por la Radio Club y los godos de bermudas azules y riñoneras le responden echándolo a la calle, sin darle un duro. Por eso Carmelo, al salir por última vez del piso de la avenida de Anaga, se abrazó a la puerta de la radio. Ya no quedaba nadie más allí para achuchar. Los compañeros de siempre han desaparecido, presos del pánico; y Carmelo, como hacen los náufragos, tuvo que asirse a la madera, esperando el rescate. Ahora pones la Radio Club por la mañana y escuchas a los godos de la tertulia, ceceando y balbuciendo contra los canarios. Entre todos la mataron y ella sola se murió. Qué tristeza y qué país. Ni siquiera suena el viejo piano del maestro Estany. Se lo mamaron.

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Ser o no SER
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