jueves. 28.03.2024

El otro día me enteré de que Joaquín Sabina había tenido un enfrentamiento con la gente de Podemos. Bueno, si a enfrentamiento podemos llamarle el hecho de que el letrista con más talento que ha parido España dio una opinión que no gustó nada al señor Monedero. Vino a decir hace unos meses el que es para mí el nuevo Quevedo del siglo de plata de nuestras letras que la gente de Podemos se había quedado en el siglo XX, y que necesitaban llegar al XXI. ¡Qué insensato, pardiez! ¿Cómo se le ocurre a quien sólo es el referente de la izquierda intelectual de este país dar un consejo a aquellos que sólo reciben consejos de los distorsionados espejos en los que se miran? ¿Cómo alguien que sólo da a luz sonetos que los habría querido como propios el propio Góngora se permite el lujo de cuestionar el sectarismo de aquellos que sólo entienden el o estás conmigo o estás contra mí?

Me alegró conocer que a alguien a quien tanto admiro se le ocurrió la feliz idea de realizar un aterrizaje forzoso sobre la realidad que estamos sufriendo en estos momentos. Me alegró cuando la semana pasada vi y escuché al hombre de la voz quebrada por innumerables noches de insomnio pronunciar un discurso en verso mientras recogía con orgullo la medalla que le entregaban en su tierra de nacimiento, que no de adopción. Porque aunque Sabina podría ser andaluz de fin de siglo, realmente es madrileño de corazón. Sólo alguien que ama una ciudad tan difícil de amar como Madrid podría haber compuesto dos canciones tan fantásticas con su nombre.

A estos comunistas trasnochados no les ha debido gustar nada que el sabio que sólo tiene que mover los labios para hacer poesía -para muchos de ellos un dios al que adoraban antes de caer en la cuenta de que es un dios que piensa- soltara en verso que ya era hora de que algunos enterraran y dejaran descansar por siempre el discurso de las dos españas. Me encantó ver cómo aplaudía sonriente la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, porque, tal vez ingenuo de mí, creo que es una de las políticas con más futuro de este país. Y Susana sonreía porque era un gusto escuchar al genio pidiendo el fin del enfrentamiento constante entre la izquierda y la derecha que los trasnochados se niegan a enterrar por un resentimiento que tiene difícil explicación si miramos su fecha de nacimiento. Y Susana sonreía cuando Joaquín habló del sectarismo de aquellos que no permiten que sean mayoría los que no comulgan con sus ruedas de molino. Y Susana asentía, porque era para asentir y para no cambiar una coma del sensacional discurso.

La política de la España del siglo XXI, ésa a la que Podemos todavía no ha llegado, no se tiene que hacer a golpe de populismo y a golpes de efecto. Si llevar niños al Congreso o que un hombre bese a otro hombre en el hemiciclo puede estar bien para ser la portada del periódico del día siguiente, ser serio y honesto a la hora de gestionar el dinero público debe servir para que los ciudadanos confíen en uno. Porque, no nos despistemos, la política del siglo XXI no puede estar centrada en el rescate de discursos marxistas que no tragan ni en la China Popular, que diría Carod. La política del siglo XXI es la que realizan los hombres y mujeres que alrededor de unas ideas se encargan de gestionar los destinos de un país, tomar decisiones sobre su día a día, buscar la prosperidad de sus semejantes. ¿Realmente hay más de cinco millones de personas de este país que confiarían su dinero al grupo que lidera Pablo Iglesias, creen esas cinco millones de personas que lo harán mejor de lo que lo han hecho personas como Luis de Guindos o Cristóbal Montoro, Jordi Sevilla o Miguel Sebastián?

No creo que Sabina haya dejado de ser un referente de la izquierda por pensar como piensa. Todo lo contrario. Creo que es un hombre cabal que dice cosas cabales. Los otros, populistas del siglo XXI anclados en el peor siglo XX, sólo buscan auparse al poder a través de una revolución de salón de té que termine sin derramamiento de sangre, son jóvenes guiados por viejos que quieren resucitar fantasmas ya extinguidos como otros han querido resucitar a lo largo de la historia a los napoleones, a los hítleres o a los elvis de turno.

Al final, espero que gobierne quien gobierne lo terminen haciendo personas con verdadero sentido de Estado y, sobre todo, sentido común. Y Sabina que no deje de pensar, porque ha tardado 19 días y 500 noches en darse cuenta de lo que es Podemos, ahora está claro que lo tiene claro.

Sabina tardó 19 días y 500 noches en saber lo que es Podemos
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