viernes. 19.04.2024

José Saramago odiaba el exceso de rotondas que había/hay en Lanzarote, pues la rotonda es la más redonda forma de cargarse el paisaje conejero, como es triste fama. Lo dijo muchas veces en público y en privado, incluso por escrito. Por eso, en homenaje a esa fobia rotondera, A Caja (A Casa, perdón), el Ayuntamiento de Tías (del PP, siempre en fuera de juego), el Cabildo de Lanzarote (CC-PSOE), el Gobierno de Canarias (CC-PSOE) y la desconsolada viuda del Premio Nobel (PSOE), han decidido bautizar una rotonda (tal y como lo leen) con el nombre del escritor ninguneado en su propia casa. No te lo eches a broma. El disparate ya es oficial: lo han dicho en rotonda (rueda, perdón) de prensa todos los citados anteriormente. ¡Bonito homenaje a la memoria del escritor, aunque sea a costa de cargarse la misma! Total, ¿cuántos de los presentes en la rotonda de prensa han leído a Saramago? Los cuentas con los dedos de una mano y te sobran dedos.

En la mencionada rotonda (rueda, quise decir) de prensa, el descolocado alcalde de Tías (miembro del PP que no ve el juego que se trae el ladino PSOE, que le está tomando el pelo descaradamente en todo este montaje seudocultural o “cultujeta”) se refirió al conocidísimo escritor, según me jura y asegura una compañera, como Saramajo, con jota sonora como le gustaba a otro Premio Nobel de Literatura, el gran Juan Ramón Jiménez, que odiaba el Jiménez con G. Lo cual no significa necesariamente que mi ahora amigo Pancho (me acaba de enviar solicitud de amistad a través del “facebook”, y yo no le niego la amistad virtual a nadie) no tenga mucha familiaridad con el apellido del homenajeado, ni que no lo haya leído jamás (como la mayoría de los que estaban en la mesa del acto), sino que igual le traicionó el subconsciente, y como la noticia era muy maja y el acto majo majísimo, el alcalde trocó el Saramago en Saramajo. El puto subconsciente, que es traidor como él solo.

Aparte de la cursilada mayúscula que supone rotular una rotonda (están locos estos rotondos) con el nombre de una persona, por muy muerta que esté la misma y no se pueda defender de esa ofensa a su memoria, ¿se puede homenajear a alguien traicionando su obra, sus hechos y sus palabras? Se puede porque ya lo han hecho (lo han vuelto a hacer), con escultura a modo de majo logotipo de un olivo alusivo (¿alusivo de qué, por cierto?), pero no se debería hacer jamás, al menos desde el punto de vista de la mínima ética y estética, que aquí brillan por su ausencia, como salta a la vista.

¿A quién le importa que se esté haciendo a la muerte de Saramago todo lo contrario por lo que abogó Saramago en vida? Desde luego, a su desconsolada viuda no, que ha convertido la residencia insular del periodista que no pasó jamás por la Universidad en una Disneylandia cutre donde se venden machanguitos de plástico del ya indefenso escritor. Lo que importa es la excusa de la inauguración de esa rotonda con nombre y apellido para convertirla en publicidad del aledaño negocio privado pagado con dinero público, pues esa constante propaganda política y mediática no la costea el/la ama de llaves de A Caja (A Casa, perdón), sino todo el pueblo lanzaroteño con el aplauso cómplice de una prensa desarmada y mendicante.

Insisto en mi letanía: pobre Saramago, toda la vida renegando del mercado para acabar convertido en simple o simplona mercancía. Si el viejo comunista resucitara o resucitase los iba a poner a todos los de la rotonda de prensa en su sitio… (miguelangeldeleon.blogspot.com).

Rotonda Sarama-jo
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