viernes. 19.04.2024

Por Miguel Ángel de León

Años atrás la rebautizamos en esta misma sección como “ron-mería” de Los Dolores, y el neologismo hizo fortuna, pues hoy hacen uso y abuso del mismo hasta los que han tenido la suerte inmensa de no haberme leído jamás. El elemental juego de palabras esconde no más que la verdad más obvia, al alcance de todos los que prefieran abrir los ojos antes que autoengañarse.

Los políticos han decidido, respaldados por la prensa más acrítica, que la actual Romería de Los Dolores que se sacó de la manga Chana Perera anteayer mismo sea rebautizada ya como tradicional, y viva Cartagena, porque para chulos ellos, y a ver quién les lleva la contraria a los que manejan con dinero ajeno golosas subvenciones y reparten sabrosos contratos publicitarios. Así se escribe por aquí abajo la historia, a golpe de improvisación y porque lo ordena la “autoridad competente”, como aquélla del 23-F de 1981.

Una romería es populismo en estado puro y les viene que ni pintada a los mencionados políticos primarios para agenciarse la foto y asegurarse la portada del día siguiente. Guste o repugne, esto es lo que hay, y la constatación empírica de esa evidencia la tiene el lector en el hecho de que en esos reportajes sobre las romerías marianas o las procesiones religiosas aparecen, invariablemente, más fotos de políticos que de sacerdotes, que sería lo propio. Alguien lo describió con muy buen tino y acierto: "Las anuales liturgias en honor a la patrona se han convertido en el punto de encuentro de todas las soberbias, las hipocresías y las vanidades de la isla y parte del Archipiélago. Y crean una enorme contradicción tanto desde el punto de vista de la Iglesia como de la democracia española. La separación entre la Iglesia y el Estado no hay que aplicarla solamente cuando los obispos se meten en camisa de once varas e intervienen en la política concreta".

Moriré sin entender qué hacen en las procesiones y en las romerías teóricamente religiosas los ubicuos políticos lugareños. Ya, ya sé que buscan votos y publicidad a través de los medios de comunicación que les colocan invariablemente el micrófono para que digan las naderías de turno. Pero de ahí me surge otra duda: no tengo muy claro si los medios informativos acuden a las romerías porque hay políticos, o si hay políticos patéticamente disfrazados de romeros porque van los medios. Ahí está la madre del baifo.

En cuanto a la concreta romería de Los Dolores (de cabeza), tal parece que lo que más importa es que cada año se infle o se hinche un poco más la cifra oficial de asistencia. Para esta celebración de 2006 ya se le ha vuelto a sugerir a la prensa, de antemano y de forma y manera oficial, que la participación va a rondar los treinta o cuarenta mil noveleros (romeros, quise decir), así llueva o truene. Pero ya habrá algún periodista exagerado, o con ganas de quedar bien ante el poder tinajero o cabildicio, que colocará la cifra mucho más arriba (hace unos años se llegó a los 70.000, pero hay que tener en cuenta que en la ron-mería, como su propia palabra indica, se ve doble o triple por culpa de eso mismo: el ron o lo que le echen al carnaval de finales de verano).

En hablando de carnavalada, llama también la atención que ahora los propios políticos avisen a los "fieles" para que no acudan disfrazados a la teórica romería religiosa. Son los mismos políticos que nos llamaban exagerados a los que llevábamos años avisando de ese evidente carnaval de septiembre. Si no había tal cosa, si los que decíamos que el rey iba desnudo estábamos exagerando, ya se me dirá entonces a qué viene ahora el aviso y la advertencia oficial. Aymería... ([email protected]).

Romería: la verdad de la mentira
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