viernes. 19.04.2024

Por Eduardo Álvarez

Es una pena que los políticos desaprovechen sistemáticamente las oportunidades que les da el ejercicio de su actividad pública para demostrar a los ciudadanos la pasta de la que están hechos.

Es una pena que los políticos se empeñen sistemáticamente en demostrar a los ciudadanos que ellos, los políticos, están por encima del bien y del mal,

Es una autentica pena que cuando en el ejercicio de la función pública se les pone en una tesitura en la que quedar bien ante el ciudadano es relativamente fácil, ellos, los políticos, se empeñan una y otra vez en hacer exactamente todo lo contrario.

Y se preguntaran ustedes a cuento de que viene esta reflexión.

Pues viene a cuento del tan traído y llevado caso del trabajador de los Centros Turísticos despedido recientemente.

La clase de un político no se cualifica por el asiento en el que viajan en los aviones ni en las estrellas Michelín en las que se gastan los dineros cuando van a comer, pagadas con dinero público evidentemente.

La verdadera clase de un político se demuestra cuando tienen que llevar a cabo actuaciones en las que, alguna vez, pueden dejar de lado su altanería y prepotencia y toman decisiones en las que la humanidad prima por encima de sus propias convicciones.

No voy a justificar de ninguna de las maneras la actuación del trabajador despedido.

No voy a justificar el hecho de que una persona falte el respeto a otra, sea un ministro o el fontanero que nos arregla una avería o el albañil que nos repara un desperfecto casero.

Esas formas de actuar son absolutamente reprobables y dependiendo de la gravedad de la actuación, deben llevar su correspondiente sanción.

Pero en el caso que nos ocupa, aun estando de acuerdo, como ciudadano de a pie, que la actuación del trabajador no es en absoluto correcta, creo que era una buena oportunidad para que los responsables públicos ofendidos, demostraran esa clase de la que les hable al principio.

Era una buena oportunidad para que, en el ejercicio de su función como dirigentes públicos, demostraran que el pueblo no estaba equivocado cuando les eligió para representarlos en las instituciones. Era una oportunidad única para demostrar a los que creemos que los políticos están por encima del bien y del mal que ellos, los políticos, son ciudadanos como los demás, con sus virtudes y sus defectos y que son conscientes de la realidad que nos rodea.

Pero una vez más y ya son demasiadas, con su actuación han demostrado todo lo contrario.

Que fácil hubiera sido demostrar la magnanimidad que se le tiene que presuponer a todos aquellos que rigen nuestros destinos y que son los encargados por los ciudadanos para conducirnos a un estado del bienestar cada vez mayor.

Sin embargo, han actuado como lo haría un niño en el patio de un colegio: me ha insultado y le pego o, como nos pasaba muchas veces en nuestra época escolar, como el balón es mio si no juego me lo llevo.

Lo que de verdad me da pena es que con lo fácil que es quedar bien ante la ciudadanía, los políticos se empeñen en demostrarnos que están por encima de todos, sea cual sea su condición previa al ejercicio de la actividad publica.

Pero claro, para actuar de otra forma hay que tener clase, humanidad y sentido común, tres virtudes demasiado escasas en el clan político

Que la actuación del trabajador es sancionable? Seguramente si, porque no se puede permitir que nadie falte el respeto a nadie, ya sea un superior o un igual.

Pero donde el político demuestra su categoría política y humana es en la decisión que toma para que actitudes como esta no vuelvan a repetirse y aquí es donde se han equivocado, ya que han tomado la vía mas rápida, fácil y contundente para solucionar el asunto: me has faltado al respeto y te vas a la calle.

Una vez mas se cumple una máxima militar: a un soldado le pones un galón y se cree capitán general.

Y este artículo no es una crítica a la forma de actuar de nuestros políticos sino que hay veces que las cosas se pueden hacer de otra forma. En política, como en la vida misma y sobre una realidad concreta, la posesión de la verdad es tan subjetiva que en un momento determinado todos podemos tenerla.

Reflexión sobre la clase política
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