sábado. 20.04.2024

ACFI PRESS

Antonio Pérez, en su domicilio.

Se llama Antonio y tiene 53 años. Hace ocho meses le amputaron la pierna izquierda y su vida ha cambiado completamente.

Antonio, mientras se duchaba en su domicilio, sufrió una quemadura por agua caliente en el empeine de su pie izquierdo. Al día siguiente, aquejado por el dolor, decidió acudir al centro de salud de su barrio, El Lasso, para que le observaran la herida. Fue allí, donde su médico de cabecera, una vez diagnosticada la lesión, fue remitido al ATS del centro para realizarle las correspondientes curas.

"Mi médico de cabecera sabe y conoce mi historial clínico. Soy diabético, mi madre y mi tía también lo eran..", afirma Antonio. No obstante, acudió diariamente al centro para realizarse las curas que consistían, en limpiar la zona afectada y aplicarle pomada. Pero Antonio sabía, que algo no iba bien.

"La herida tenía mal aspecto, incluso empezaba a dar mal olor", dice. Antonio comentó a la ATS, reiteradas veces, su preocupación, pero según el enfermero que le atendía, "sólo cumplía órdenes del médico de cabecera".

Pasaron los días, exactamente 43, y tras acudir un día más al servicio de ATS, es atendido por otra enfermera que sustituía al habitual. "Cuando vio mi herida se quedó la chica perpleja, ni siquiera quiso curármela y llamó enseguida a la doctora", comenta Antonio. A partir de este momento, todo se aceleró. A Antonio le enviaron de forma urgente al Hospital Insular. Una vez atendido fue remitido a consulta del departamento de cirugía vascular. Y una vez allí, lo remiten a la Clínica de la Paloma. A partir de este momento, la vida de Antonio cambiaría para siempre.

"Sólo con ver la cara de mi hija me quise quitar la vida"

En la Clínica de La Paloma deciden amputarle el dedo gordo del pie herido. "El médico fue sincero conmigo y me dijo que intentaría salvarme la pierna, pero que era muy difícil, a mi se me venía el mundo encima". Finalmente, le fue amputada la pierna izquierda a la altura de la zona infracondilea (debajo de la rodilla). Hasta que fue dado de alto unos días más tarde.

"Mi hija de ocho años entró a verme, y salió corriendo en busca de su madre, llorando. En ese momento pensé que la vida se me acababa ahí", comenta Antonio con lágrimas en los ojos.

Y es que la vida de Antonio no ha sido nada fácil. Su mujer y su hija tienen problemas de salud, y él siempre ha sido quien ha sacado a su familia adelante. "Ahora ¡qué hago!, ¡qué hago!. No puedo llevar a mi hija al parque, ni al colegio, a ¡ningún sitio!", afirma.

Pero, aún así, Antonio se prometió que saldría adelante por la "pequeña" y "sólo por ella". Acudió a sus sesiones de rehabilitación, hacía los ejercicios y lo único que deseaba era recibir cuanto antes la prótesis porque, según dice, "quería salir corriendo de allí". El esfuerzo y la voluntad hicieron que Antonio consiguiera en tiempo récord adecuarse a una prótesis que estaría con él el resto de su vida. "Cuando recibí la prótesis, ese mismo día, jugué con mi hija al fútbol", comenta.

La casa de Antonio ha tenido que ser reformada completamente. Y las condiciones en las que se encuentra tanto él como su familia, no son favorables. El acceso a su hogar es complicado. Unas escaleras, "demasiado empinadas", les hacen tener más de un problema para salir de su domicilio.

Pero eso no es todo. Antonio ya no puede trabajar. Y la pensión que recibe no es suficiente para sacar a su familia adelante. "No sé qué hacer, si el médico hubiese sido más consciente de la situación, ahora no estaría así. Jamás falte a las curas, ni un día, desde luego que no fue por dejadez mía".

Responsabilidades

Ante esta situación, Antonio decidió demandar a su médico de cabecera por entender que existió un servicio defectuoso en la asistencia sanitaria y ha presentado un recurso contencioso administrativo contra el Servicio Canario de Salud en el que reclama 300.000 euros de indemnización.

"El dinero no me va a arreglar la vida, no me va a devolver la pierna, ni las ganas, ni las ilusiones, ni la alegría de vivir "comenta-, porque mientras mi mujer y mi hija duermen, me voy a llorar al baño, para que no me escuchen, y así me desahogo".

Reformar su casa para hacerla más adecuada a las condiciones físicas tanto suyas como las de su mujer, y poder comprarse un coche y volver a conducir para llevar a su hija a jugar al parque, es lo único por lo que Antonio mantiene la esperanza. Sólo pide una respuesta por parte de la administración del Servicio Canario de Salud, "un sí o un no", para poder así, "dormir tranquilo todas las noches".

Reclama 300.000 euros a Sanidad por la amputación de una pierna
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