viernes. 29.03.2024

1.- Mariano los trató como si fueran estudiantes en prácticas. Rajoy se sabe el país, los otros, no. Sánchez jugó a Diógenes cínico, pero la verdad es que estaba cagado por lo que le va a pasar tras el día 26; Rivera es un entusiasta juvenil; y Pablo Iglesias, que descuidó el cuello de su camisa, desvarado por el micro doble, jugó a ser Tsipras. No le va a creer nadie. Sánchez no aclaró –porque no puede— con quién va a pactar, a pesar de las manos tendidas de El Coletas; y Rivera está en una encrucijada: ¿si hace seis meses era pro PSOE, ahora será capaz de ser pro PP? Su electorado lo está acechando. Hay dos bloques en España, el país está dividido entre rojos y azules, pero, ¿dónde está Ciudadanos? Seguramente, Sánchez no estará en condiciones de decidir nada, por parte del PSOE, porque tras el 26J, el líder será otro. Lo mejor que puede hacer el PSOE es mandar a este chico a casa, antes de que el descalabro socialista sea peor. Tiene auténtica obsesión con Rajoy, tiene que haber pasado algo entre ellos, un desamor, un malentendido, algo, porque no es normal la inquina del penene contra el presidente del Gobierno (en funciones). No iba a ver el debate, lo juro, pero al final lo vi. No resistí la tentación. ¿Y saben qué les digo? Que más de lo mismo. Rajoy volvió a apelar al gran pacto y los demás se hicieron los despistados. Es difícil vendérselo a sus electorados. A Pablo Iglesias se le ha puesto de repente cara de ganador, desde que las encuestas lo han nombrado jefe de la oposición. Rajoy, con cifras y gráficos, dio una especie de lección magistral de realismo: los otros vendieron humo, que es lo que tienen. Con muletillas como las de la corrupción, en la que el PSOE es campeón, aunque el señor Sánchez sólo vea la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Rajoy no entró al trapo: “No me haga usted recordarle casos de corrupción en su partido”. El otro se calló. Y, luego, el principito Rivera dijo que había que gobernar sin imputados. Cojonudo. ¿Y si luego no son culpables? Sánchez utilizó, cómo no, la demagogia: “Hay cárcel para quien roba un paquete de comida y menos tiempo de cárcel para los corruptos”. Demagogia made in PSOE. Lo de siempre. Pablo Iglesias estaba como ausente, quizá pensando en sus besos en la boca a Doménech.

2.- Yo podría dejar esta crónica aquí. De hecho la estoy escribiendo a medida que termina el debate, soso y aburrido en ocasiones, en otras no. En el fondo, todos estaban contra Rajoy el impertérrito. Pero, claro, salieron las perras de Venezuela. Se las sacó Rivera a Iglesias y lo dejó frío. Y este último respondió lo de siempre: “Cinco veces ha archivado el Supremo las acusaciones contra nosotros sobre financiación ilegal”. Sí, pero los últimos papeles no han llegado al Supremo. Ni el informe que hará, tras su investigación, la Asamblea Nacional de Venezuela y que llegará al tribunal español más pronto que tarde. Rivera fue duro cuando Iglesias dijo que ellos no pedían créditos. Y le dijo algo irrefutable: “¿Y qué pasa con los 11 millones de euros que debe su socio Izquierda Unida a los bancos?”. Iglesias no respondió, no podía responder. Porque la verdadera razón de esta coalición es precisamente la deuda con los bancos de Izquierda Unida, que ahora se pagará con el dinero que nosotros, los ciudadanos, damos a los partidos en razón a su número de escaños. Es decir que la deuda de Izquierda Unida la paga el contribuyente. También hubo otras demagogias, por parte del apagado Sánchez, como los sms de Rajoy a Bárcenas. Gilipolladas.

3.- En cuanto a la política de pactos, el mismo lío: “No, yo Gobierno progresista”, dijo Sánchez, en su cantinela habitual; “no, yo mano tendida al PSOE”, añadió El Coletas; Rivera, claro, insinuó que muy bien con el PP, pero sin Rajoy; y Rajoy sonreía bajo la barba. Va a ganar las elecciones, desde ayer con más votos. Es el único de los cuatro que tiene el Estado en la cabeza.

Rajoy los trató como a estudiantes en prácticas
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