viernes. 29.03.2024

1.- Crujían las cuadernas de la lancha "San Ramón", en el muelle portuense, y batían las olas en los riscos que sirven de base a la batería de Santa Bárbara, cuando unos imberbes, estudiantes entonces, 17 ó 18 añitos, filmábamos una historia de amor, entre aristas de piedra y tejados de estabilidad dudosa, en el viejo Puerto de la Cruz de nuestra infancia y juventud. Mañana sale la Cruz de Plata por las calles empedradas de la ciudad, acompañada de los hermanos del Santísimo, de hopa roja y redoma. Mañana es Día de Cruz, que se decía antes, Día de la Cruz, que se cita ahora. Y el Puerto enrama sus símbolos y la gente de los barrios se viste de bonito para acabar, sin nada que hacer, en la plaza del Charco, principio y fin del municipio portuense, kilómetro cero del dolce far niente. La gente del Puerto, cuando te ve y sigue caminando, jamás dice hola o adiós, sino que te pregunta, sin obtener respuesta: "¿Vamos?". A la Cruz no se le dice nada especial, sino que se le reza bajito, entre una marcha triste que interpreta la banda y unas rosas rojas, tan rojas como la sangre del Cristo que no está, sumergidas en sus jarrones, también de plata.

2.- Qué tiempo tan feliz, aquel de la película, de novias juveniles y de afanes incumplidos, de promesas que se las llevó el viento y que quedaron, quizá, mimetizadas en las cuadernas de la lancha "San Ramón"; la que sacaba a pasear a la Virgen del Carmen , agitada por el mar de ese Norte. Mar vengativo y celoso, que a veces dejaba fondear los barcos de la "Yeoward" en el limpio frente a la dársena. Pero sólo a veces, no crean. No sé si la lancha "San Ramón" se hundió o si la que sucumbió al tiempo y al mar fue la "Marina". Eran las dos mayores de la flota pesquera exigua y arriesgada del Patito , los Carrillo y compañía.

3.- Aquella peli quedó para la historia. Entregué el trabajo, en súper 8, de ImeldoBello y compañía en la Filmoteca, pero me quedé con una copia en DVD que pongo de vez en cuando y me deleito viendo lo joven que era y lo disparatado de aquel guión, que escribí en unas hojas de papel amarillo, cuadriculado, que conservo. Lo conservo todo. Lo escribí a máquina, con cinta roja. Una "Underwood", que exhibo en mi despacho, y que don JacoboAhlers le regaló a mi abuelo, que era su amigo y apoderado. Bueno, a ustedes a lo mejor no les interesa mucho esto, pero a mí me gusta airear aquellas cosas intrascendentes de un tiempo muy feliz. Sublimar el pasado; eso me agrada. Y eso hago ahora, consciente de que les puedo aburrir. Mañana veremos salir la Cruz del portal grande de la iglesia de la Peña de Francia, casi rozando el dintel. Qué bonito espectáculo y qué foguetes echan los Pérez a su paso por la que ya no es su casa.

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Qué tiempo tan feliz
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