viernes. 29.03.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

El romance del prisionero yace vivo, responde al momento actual, al abecedario invasor de cautividades y cadenas que nos asaltan los aires libres de la vida. La esmeralda y el lirio de mayo, las fiestas mayales de la poesía y la danza, también han perdido su pureza silvestre, porque las prisiones del mundo se acrecientan de un modo vertiginoso. Mujeres explotadas sexualmente firman contratos con los que entregan su vida a los proxenetas, que las encarcelan para sí. La esclavitud invisible, que por masiva ya es visible, pone rejas a centenares de vidas humanas. Sus consecuencias son el derrumbe de la misma existencia. Hasta el dulce calor de la primavera germina amargo y devorador. Algunos que se dicen enamorados tampoco se dan al amor, más bien han entrado en la compra venta de pasiones, que es otra prisión más. Ya lo predijo Antonio Gala bajo esta célebre frase: “esta sociedad nos da facilidades para hacer el amor, pero no para enamorarnos”.

Asimismo, la prisión económica aletarga los latidos del alma. Hemos hipotecado los amaneceres a las entidades crediticias, otra buena parte del día la trabajamos para abonar impuestos, y apenas tenemos caudales para vivir, mientras la malversación de caudales públicos si que está a la orden del día. Como también está en el diario de despropósitos el excesivo gasto público, el derroche sin tino de la clase política y de los gobiernos diversos, auténtico cáncer de la economía española. Los resultados de este despilfarro suelen disparar la factura siempre a favor de los menos pudientes. No me extraña que muchos españoles no puedan coger el sueño y vivan en un permanente hoyo de angustia. ¿Quién puede dormir tranquilo asfixiado por las deudas? Desde luego, las proclamas de los analistas son para deprimirse, de un paso adelante y dos atrás, de años de recesión en el horizonte de la economía española y de millones de criaturas a los que se les niega el deber y el derecho al trabajo.

La verdad que imprime un gran dolor pensar que el mundo nos habla, que la naturaleza nos muestra el vacío desolador, mientras la especie humana no escucha y se encarcela en el sinsentido/ consentido. Al igual que el romance del prisionero, se acrecientan los ciudadanos que viven en dolorosas prisiones, en las que no ven aurora para salir del nubarrón de la ciega noche. Con razón el presidente del Instituto de Política Familiar (IPF), Eduardo Hertfelder, una entidad civil independiente no vinculada a las administraciones públicas ni a partidos políticos u organizaciones religiosas, recientemente puso el acento en la nefasta política que ha llevado el gobierno español en los últimos años en defensa de la familia, llegando a advertir de que, ante “los resultados catastróficos” obtenidos, ofrece un “mal ejemplo para el resto de países”.

La misma ciudadanía, en un sondeo del Instituto Astel-Madrid, en un ochenta por ciento refrenda un mismo pensamiento: que las medidas de Zapatero no ayudan a salir de la crisis. Sin embargo, el citado presidente del gobierno anuncia un “gran acuerdo” entre los agentes sociales para despuntar y proyectar futuro. El viejo adagio de que una cosa es predicar y otra dar trigo nos vuelve escépticos. Tenemos el antecedente del programa electoral 2008, donde ya brotaban las actuales vicisitudes, cuestión que no fue óbice para vociferar a los cuatro vientos lo que sigue: “para los próximos cuatro años, los socialistas nos proponemos alcanzar el pleno empleo y desarrollar y consolidar la política social propia del Estado del bienestar más avanzado”.

Al prisionero del romance, que no sabía cuando era día o noche, sino por una avecilla que le cantaba el albor, que por cierto le dio muerte un ballestero, se le desvaneció la esperanza, al igual que se le está desvaneciendo la luz a los que sólo encuentran como mucho migajas sociales. ¿Qué pasará cuando la hucha del Estado agote hasta el último euro? ¿Nos servirán el ocaso como jaula de inmensos ojos bienhechores? Por el cantor de trovos, que no perdamos la ilusión florecida de empeños y paciencias. Hay algo que proporciona esplendor a cuanto existe y es el paisaje de ver regenerado el día tras la noche. El movimiento intelectual que entre los siglos XIX y XX medita objetiva y científicamente sobre las causas de la decadencia de España como nación, o la misma generación de 1898 que hace un juicio literario y artístico sobre la patria en aquellos momentos pésimos, de incertidumbres y desasosiegos, pueden servirnos ahora como referentes para reinventar un nuevo verso, una nueva forja de ideas basadas en la autenticidad y no en la mentira que, por desgracia, tanto se ha expandido desde el fuelle de la política.

Vuelva el mayo de los trabajadores, del movimiento obrero, el alzamiento del pueblo contra los corruptos y las mafias del poder que encadenan a los pobres; cerrémonos en banda al desconsuelo, manos a la vida y abramos las prisiones a los pálpitos de la primavera. ¡Qué no se detenga! Nada de silencios, nada de soledades, que florezca la sonrisa de los niños, la de todos los niños; que los abuelos pasen de la “zona de aparcamiento” a la “zona de carril” para encarrilar el núcleo familiar desde su cátedra de la vida; y que, los adultos, dejen de adulterar la verdad, que sólo tiene un camino, el bien de la persona. Machado la vistió de transparencia como nadie: “Tu verdad no; la verdad/ y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela”. Ciertamente, necesitamos de esa verdad para poder seguir viviendo y ahuyentar estos momentos de tribulación que sufre la tripulación humana en el barco de la existencia. La imaginación al poder. Un poder compartido, junto al deber de la escucha y al deber del servicio. Retome, pues, la primavera a los caminos de la vida, con la lucidez del sol que traspasa todas las prisiones, antes de que sea demasiado tarde para rejuvenecer la rosa del tiempo.

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Que por mayo era por mayo
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