jueves. 28.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- El otro día pretendieron cobrarme más de cien euros por el transporte de unas revistas procedentes de Argentina, cuyo importe ya había sido abonado en origen y cuyo valor de la mercancía eran tres euros, al cambio. No es la primera vez. Alerto sobre los productos que llegan a Canarias, por cierto tras superar estúpidos controles aduaneros que se solucionarían con un escáner y personal cualificado, pagada en origen y que se intenta cobrar otra vez en destino. Una vez se me ocurrió comprar un Hummer en Miami. La verdad, el coche es una maravilla y me enamoré enseguida de él. Bueno, pues la documentación reunida hasta la matriculación definitiva del vehículo ocupa una gruesa carpeta, similar a la que alberga mis declaraciones de la renta de los últimos diez años. Los papeles que la operación de compraventa generó en los Estados Unidos no pasan de tres folios. La matrícula me la enviaron por correo y, además, con mis iniciales (A.CH 3, exactamente).

2.- Pero después vino lo bueno. Aduanas, Gobierno de Canarias, impuesto sobre el lujo (o algo así), papeles de Tráfico para la placa verde, papeles de Tráfico para la placa normal, homologación en la ITV y sus correspondientes certificados; papeles -y honorarios- de un ingeniero industrial especializado, certificando las medidas del coche y sus características técnicas (no valían las de la casa fabricante al encontrarse en un país no de la UE); cambio del sistema eléctrico, ya que la especificación de faros es distinta en Europa que en Estados Unidos, y factura del mecánico. Aún así, asfixiado, medio muerto, disparatado, logré matricular el vehículo y me cargué como un erizo para celebrarlo. Cuando ya lo tenía todo arreglado, o esto creía, aparece al cabo del tiempo la Agencia Tributaria pidiendo mil euros más porque el coche había sido valorado erróneamente. A punto del ataque de nervios, sólo descansé cuando vendí el puto jeep.

3.- Cuando viajas al extranjero y te compras un reloj en Milán, como me ocurrió a mí, y quieres deducir el 18% de IVA porque vives en Canarias y no tienes por qué pagarlo, has de hacer lo siguiente. Pedir unos papeles en la tienda, rellenarlos, buscar la Aduana italiana en el aeropuerto de Malpensa; que te sellen los papeles, si les da la gana; llegas a Los Rodeos y no hay nadie de Aduanas. Pero tú, erre que erre. Al final te dice alguien que no importa, que vengas al día siguiente, en horario laboral. Si no está tomándose el décimo cortado, encuentras al funcionario. Te sella el papel. Pero el Cabildo quiere cobrar su porcentaje. Y empieza el peregrinar para conseguir al tipo del Cabildo. Cuando lo logras, te encuentras tan exhausto que quieres que el reloj se vaya a tomar por el culo y deseas no saber nunca la hora que es. ¡Toma!, por vivir en el paraíso canario.

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Qué paraíso
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