viernes. 19.04.2024

Ustedes se lo tomarán a broma, pero muchos llevamos ya muchas lunas sin poder conciliar el sueño ante la posibilidad que dice la prensa seria (no se me ría nadie) de que se suspenda en 2012 la gala de la elección de Reina del Carnaval de Arrecife, la caos-pital conejera que no debe tener problemas más serios (ahora sí) de los que ocuparse y preocuparse. ¿Y qué harían alcalde y concejales sin reina a la que colocarle su banda y su ramo de flores? ¿Con quién se sacarían todos ellos las fotos a las que tan adictos se han hecho? Sería una pesadilla, sobre todo si para mal de males las murgas tienen que irse con la murga a otra parte (no caerá esa breva, te apuesto doble contra sencillo, porque la “amenaza fantasma” siempre se sale con la suya cuando el político que debe combatirla es fragilón y populista a prueba de bombas de cordura).

¿Significa esa pérdida de sueño que hemos cambiado nuestra particular opinión sobre las populares y populosas fiestas del disfraz con las que la clase política le vuelve a dar gato por liebre a la manipulada y ninguneada ciudadanía? Quita, quita. Ni tanto ni tan calvo. Pueblo anestesiado con pitos y flautas, pueblo manipulado y estafado. La mejor anestesia, la fiesta dirigida por los políticos disfrazada de libre transgresión popular.

Todavía hay países, en pleno siglo XXI, que llevan a la horca o al paredón a condenados contentos con su condena, colocados hasta el culo (con perdón) de drogas. Y pocas drogas tan efectivas como la que no parece tal: desde allá cuando los romanos, pan y circo para adormecer o adormilar a las masas. Funciona igual de bien, hoy como ayer. Si lo sabrán los que ordenan y mandan incluso el día, la hora, el lugar y hasta la forma en la que ha de divertirse la chusma, plebe o masa llevadera, a la que es fácil hacerle creer que es libre y soberana, que decide algo, como en las elecciones con trampa y candado. Se ha demostrado palmariamente que no es difícil llevar al matadero a gente drogada. Es pan comido.

Mírese el carnaval de marras no más. Las murgas, ingenuas y onanistas (siempre hablando de sus problemas, quejándose del jurado, criticando a otras, como si imitaran al tal Mourihno al que le quedan dos afeitadas o dos telediarios en el poco inmaculado equipo blanco), siguen creyendo que a los políticos les importa algo más que un bledo sus críticas más o menos facilonas y mejor o peor rimadas (no me pronuncio porque hace años que dejé de seguirlas muy de lejos). El autoengaño es libre, incluso el masivo o colectivo, fomentado de mil amores también por los medios de comunicación que se prestan a la engañifa de intentar vender un carnaval rutinario y repetitivo como el no va más de la diversión.

Con la que está cayendo, por si ha quedado algo o alguien en pie después de la matraquilla teóricamente festiva de las navidades, por si nos pareciera poca mascarada la falsa preocupación de la clase política por los miles de isleños condenados al paro (a algunos se les mete en cursos de formación para que dejen de figurar en las negras estadísticas como parados puros de oliva, como diría el pequeño/gran Chiquito), por si se nos antojara chica la murga que nos dieron hace apenas unos días los políticos lugareños con respecto a la imperiosa necesidad que tiene Lanzarote de estar presente en esa fiesta (feria, quise decir) de las vanidades que es el Fitur-me-dices-ven-lo-dejo-todo, de la que les hablaba aquí mismo la pasada semana, resulta que también el Carnaval propiamente dicho coincide casi todos los años con esa otra mentira institucionalizada. Éramos pocos y la abuela está a punto de parir trillizos.

Los amantes de los tópicos y de las frases hechas repiten como loros que el carnaval es la orgía de la carne. Algunos ilusos incluso se lo creen, porque hay gente para todo, como si hoy cualquier día –y no digamos cualquier noche- no fuera o fuese buena para la fiesta carnal, como sabe hasta el más tonto del pueblo a estas alturas del relajo de las costumbres sociales, que tiene y mantiene de uñas a todo el obisperío español, como es triste fama. Por su parte, los más originales del lugar alegan aquella otra inmensa mentira que afirma que el carnaval es desenfreno y subversión. ¿Subversión? ¿Quiénes son en este caso los presuntos subversivos: los que se dejan llevar por la corriente y, al igual que el repelente niño Vicente del sobado dicho, van a donde va la gente porque no tienen criterio propio, o los letristas de las murgas que se escudan en un disfraz colectivo para patear el idioma haciendo uso y abuso del lenguaje más fácil y soez? Igual las subversivas son las propias murgas, aunque tengo para mí que confunden por lo general la subversión con la subvención económica de los ayuntamientos o del Cabildo. De hecho, ya andan reclamando dinero otra vez. Así se subvierte cualquiera…

Que no te den la murga
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