jueves. 18.04.2024

Por Serapio Manuel Rojas de León

Está muy de moda en estos tiempos revueltos no recurrir a la ayuda de los vivos, sino a solicitar la clemencia de los muertos, que parece que tienen mejor vida que los de aquí, aunque no sepamos dónde se encuentra esa otra existencia.

Hace tiempo, en una emisora de radio, a un señor le hacían una entrevista, y le pude oír lo siguiente: “Me he dado cuenta, de que no ocupa más espacio el que tiene más volumen, sino aquel que deja el vacío mayor cuando se marcha”.

Reconozco que paré el coche para escribirlo en el mismo momento en que lo escuché, pues sabía que más tarde, cuando fuera a tomar nota de ello, ya no lo recogería igual que lo expresó el entrevistado. Pronunció el señor esas palabras con un sentimiento indescriptible lleno de emociones, al recordar a un amigo, que desgraciadamente, había fallecido.

He tenido la suerte de conocer a muchas personas y todas, independientemente de su volumen, pues el hombre no se refería a una cuestión exclusiva de pesos ni de invasión de espacios, sino al tipo de relaciones, de los parentescos, de la inteligencia y de sus distintas capacidades, en mí han dejado, no diría exactamente un vacío, sino grandes vivencias y una huella muy importante, aunque lógicamente, en algunas ocasiones se les echa bastante de menos.

Que la gente recurra a los videntes para conocer el futuro desconocido, incluso para el propio adivino iluminado, es entendible hasta cierto punto. Pero que se acuda a determinados encantadores, para que te pongan en contacto con tus familiares, amigos o conocidos, que se ya marcharon a ese lugar del que no hay retornos, es del todo inconfesable, pues muchos son los que sienten vergüenza por haber intentado conversar con alguien que evidentemente ya no podía hacerlo, y encima les han soplado unos dineros importantes.

Una señora procedente del Reino Unido de la Gran Bretaña, cuenta con una fama extraordinaria en eso de ver y especular con espíritus de gente muerta, que supuestamente acuden de cuando en cuando acompañando a sus familiares vivos, hasta algún escenario de televisión.

Es muy raro que un programa así me entretenga, pero tanto me habían insistido en que lo tenía que ver, que por absurdo que pudiera parecer, me tragué entera una de esas emisiones.

Descubrí, que aparte de algunos famosos, con más ganas de fama que de escuchar consejos de muertos, también asisten otras tantas personas que están por allí haciendo de público y que al azar, envueltos en un alo espiritual, les acompañan unos seres que sólo la de Inglaterra puede observarlos.

Tal fue la conclusión, que no he vuelto a ver ninguno más. Es cierto que no tengo la necesidad de ver algo irreal y fantasioso que no me transmite nada, y no se trata de aquello tan manido de ver para creer tocando con el dedo lo imposible, puesto que es indiscutible que un muerto no habla, no comunica, y es hasta posible que ni tenga nada interesante que decirnos.

La fama es tanta, que esta buena mujer, no tiene sólo con embobar a la parroquia un día a la semana en la tele, sino que se ha montado todo un espectáculo, lo cual la hace todavía menos creíble, y se va por los teatros con semejante entretenimiento. Le cobra a los asistentes ochenta €uros la butaca o el sillón, que tanto monta o monta tanto, a través de un negocio muy lucrativo basado en los que ya no se encuentran entre nosotros.

Pero eso es por aquellas tierras de la España peninsular, y creo que en alguna de las Canarias también ha estado, pero es muy extraño que en ese Gales, Escocia, Irlanda o Inglaterra, los espíritus de por allá de ese Reino Unido, no quieran dejarse ver y tampoco conversar con esta bonachona mujercita. Es muy raro.

Si mis abuelos, mis padres, tíos u otras personas, quisieran comunicarme alguna cosa, pienso que lo harían directamente y sin intermediarios ingleses, que ya se sabe que el inglés pirata es, y esta mujer no se ha puesto ella un parche en el ojo, sino que nos ha colocado toda una venda en los nuestros.

Porque a todas estas, en el televiso programa que resistí, un conocido presentador le hace de intérprete, puesto que parece que el castellano no lo conoce, ni lo entiende y tampoco lo quiere aprender, con lo cual me pregunto, quién será ese otro espíritu que le traduce lo que le dijera el de mi abuela, que eso sí tendría mérito, puesto que si de algo estoy seguro, es de que mis abuelas no conocían, ni hablaban el inglés.

Después, a su vez, el locutor famoso, nos tiene luego que explicar y traducir lo que se antoja como que la extranjera embustera televisiva se inventa, o que ya lo conoce de antemano.

Es decir, que entre uno de mis familiares ya difuntos y esta señora, debe andar otro espíritu haciendo de traductor. A ese espíritu multilingüe desconocido no le pagaremos nunca el asombroso trabajo realizado, pues en vez de estar descansando como cualquier mortal, tiene que andar relatándole a la vidente o a la espiritista, o a lo que sea esta estupenda mujer, que lo llevará pegado a ella cual pepito grillo, lo que le digan esos otros extintos que no hablan la lengua de la charlatana.

¿Quién sabe? Quizás sea posible que los espíritus de todos los cadáveres de habla hispana, vayan acompañados por otros que hablan varias jergas, por si ocurre que de pronto, una forastera de la Gran Bretaña, en un plató de televisión quiera hablar con mi tatarabuelo.

También puede ser, que cuando uno se muere, hable un dialecto exclusivo para videntes, y da igual que seas de Mauritania o de un pueblo cualquiera de Teruel. Pues lógicamente, nos surge la pregunta: ¿Qué idioma hablan los muertos?

Ante tanta falta de solidez emocional en todos los aspectos, y con una crisis impresionante no sólo en lo económico, la gente prefiere guarecerse creyendo y aferrándose a lo único que considera válido e íntegro, que son los espíritus de sus seres más queridos. Cosa perfectamente comprensible, pero en cambio, no muy lógica.

Por ello, se aprovechan de la necesidad que tenemos las personas de creer en algo, para engañarlas y estafarlas unos cuantos muy vivos. Mejor ahórrense los ochenta €uros y destínenlos a mejores objetivos.

En la televisión, que no cuesta nada, excepto el consumo eléctrico, a esa misma hora ponen otros programas interesantes. Pero si ese les entretiene y les da un poquito de felicidad, disfrútenlo, que total, no importan los engaños cuando son consentidos.

No me convenció, aunque sí me llamó la atención ese formato televisivo de unos fallecidos castellano - parlantes, conversando con una mujer de habla inglesa, para que luego un locutor nos lo interprete otra vez en castellano. ¡Increíble!

¿Qué idioma hablan los muertos?
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