martes. 16.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Un ciudadano de Jaén acaba de obtener a su favor una sentencia firme de los tribunales porque le molestan las campanas de la catedral. En unos días, el obispo jiennense deberá ordenar que se mitigue el tañido de los bronces para que el litigante no tenga que soportar una vulneración -en decibelios- de la norma municipal. Un señor de La Laguna, cuya identidad no voy a revelar, también denunció el exceso de entusiasmo de las campanas de La Concepción, aunque ignoro si ya tiene sentencia favorable, o quizá las cosas no han ido tan lejos. Conste que yo no me meto con los litigantes, que están en su perfecto derecho. Sí comento cómo han cambiado los tiempos. Antañazo, el sonido de una campana -siempre que no fuera a rebato o doblando- era una bendición. Anunciaban la misa, o un acontecimiento importante ocurrido en el país o en la ciudad. Era, en suma, un tañido alegre y optimista, por lo general. El tráfago de la vida moderna y el laicismo han proscrito a las campanas, las han hecho carne de juzgado.

2.- No sé si fue en Valencia donde un tribunal condenó a cárcel al contumaz infractor de la normativa sobre el ruido, al no acondicionar su establecimiento y permitir que la horrenda música alterara las constantes vitales de un vecino denunciante, a pesar de las múltiples advertencias judiciales. Además de tener que indemnizarle con cierta largueza, el infractor ha acabado en el talego por un tiempito porque ya no cabían más recursos. Es decir, que lo del ruido se ha puesto serio y la charanga nacional va a tener que bajar el tono. Pero de eso a que relojes y campanarios vayan a pagar los platos rotos de la sensibilidad auditiva de ciertos ciudadanos me parece un tanto exagerado. Lo malo es que mientras algunos la toman con las iglesias, el botellón, en su máximo apogeo, continúa su paseo nacional sin que haya juez que le meta el diente.

3.- España se nos ha hecho sensible. Ahora sólo falta que prohíban el ajo y la cebolla, dos constantes en nuestra gastronomía. "España huele a ajo", dijo Victoria Beckham, y no le faltaba razón a la Spice Girl. Por esa península, sobre todo, el ajo y la cebolla molestan más que el sonido de las campanas. El eructo nacional tira para atrás y la campana no. Así que creo que se produce una cierta injusticia al dejar mudos a los campanarios y a los relojes de torres para dar paso a la revuelta del ron con coca cola y porro ostensible en las calles peatonales de las ciudades del ocio. Proscribimos las campanas y celebramos el botellón. País de locos.

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¿Por quién doblan las campanas?
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