viernes. 19.04.2024

El lanzaroteño Adrián Alfonso Martín es más que un ejemplo de padre coraje. A sus treinta y tantos años, a pesar de haber sufrido ya hasta tres infartos y padecer un problema de corazón, sigue luchando por los derechos de su hija y por los suyos propios. Hasta tal punto le arde el sentimiento de padre a Adrián, que llega a ironizar diciendo que "he pensado que ya lo único que me queda es secuestrar a mi propia hija". Su hija Isabela, que nació en la Isla, fue secuestrada por su madre, de origen británico, y tras casi cuatro años de viajes al extranjero, tras pasar por las manos de caros detectives y políticos poco resolutivos, Adrián decidió crear la primera Fundación en España "para la protección y seguridad del menor".

Gracias a la colaboración de los medios de comunicación hace menos de un año su historia se dio a conocer. Después de mucho tiempo luchando en solitario y gracias a contadas ayudas, este padre lanzaroteño creó la fundación. Ahora solo y a duras penas ayuda a otra gente a recuperar menores raptados por sus propios progenitores y a luchar contra la pederastia y la pedofilia, junto con todos los temas relacionados con el menor. Tras implicarse más de lo que nunca pensó en este tema, Adrián colabora a menudo con casos como el de Yéremi, el menor desaparecido en Gran Canaria, con cuya madre conversa frecuentemente.

Crear la fundación supuso un desembolso de 30.000 euros para este padre coraje, y ahora, poco a poco y con mucho esfuerzo, está a punto de contar con una web propia de la fundación. Ahora lucha desde la fundación, que tiene sede en la calle Alisios de Playa Honda.

Un callejón sin salida

Lo que realmente teme este joven es llegar a un callejón sin salida en la investigación del caso de su hija, a la ha localizado después de tres años y medio de búsqueda y más de 40.000 euros invertidos de su propio bolsillo. Admite que "sólo los medios de comunicación me han ayudado, porque los empresarios a los que acudí no hicieron nada, y los políticos en su momento sólo estuvieron para la foto y nada más".

Su esperanza es que la justicia le dé alguna opción, pues la policía ya sabe dónde se encuentra Isabela y todos los detalles del caso, y el juez que instruye la causa también. Lo que realmente no entiende es que los jueces no se lo comuniquen al Ministerio de Exteriores ni al de Interior, así que ahora no sabe qué más puede hacer ahora por volver a disfrutar de la sonrisa de Isabela y pasar el tiempo que, a todo padre por derecho, le corresponde.

De hecho, él mismo ha aportado los datos del paradero de su hija, sus condiciones de vida, etcétera, tras encontrarla hace algo más de un año en Mánchester, en Landcaster (Inglaterra), donde al parecer malvive con su madre gracias a los Servicios Sociales y la beneficiencia. Después de más de 15 viajes al extranjero y más de 5 detectives privados contratados, sin contar las numerosas entrevistas en medios de comunicación, sabe dónde está su hija pero no puede hacer nada para estar con ella.

"Lo grave es que la justicia no la va a buscar a pesar de que sobre su madre recaiga una orden de búsqueda y captura internacional desde hace más de un año, y que se haya paseado por Andalucía y varios lugares más sin que la hayan interceptado", lamenta Adrián.

"Me pierdo cada segundo de la vida de mi hija y me dejo la mía en el intento"

"Ya no puedo más, y estoy seguro de que, en caso de que yo hiciera lo mismo que ella, llevarse a la niña de Lanzarote a Inglaterra supuestamente sólo por vacaciones y luego no volver nunca más, me detendrían sólo por el hecho de ser hombre y padre", afirma.

Adrián agrega que nunca pensó que "esto de la igualdad de derechos se daría la vuelta en nuestra contra, yo que siempre he sido y seguiré siendo un defensor de la igualdad, pero pierdo la esperanza y las fuerzas, después de tres infartos y una operacion de corazón, de que esto se solucione, y sin embargo, me pierdo cada segundo de la vida de mi hija y me dejo la mía en el intento", asevera.

Como Adrián hay en el mundo miles de casos de padres con la obligación de hacerse cargo de la mnutención de sus hijos pero sin el derecho a difrutar de ellos. Este es el grito deseperado de un padre que sólo quiere tener sus derechos y deberes hacia y por su hija, y que desea decirle te quiero y saber a qué huele, tocarla y abrazarla, simplemente el derecho de todos los padres del mundo.

Por el derecho de todos los padres
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