jueves. 28.03.2024

Víctor Corcoba Herrero

Me gustan las fechas que nos recuerdan algo y nos avivan la conciencia social. El Día de los Sin Techo ahí está, y existe, ¡vaya si vive! En la calle se venden tortas de exclusión y violencia a raudales. A poco que miremos y veamos con las pupilas del alma, se nos parte el corazón. Según las últimas cifras disponibles, en España hay actualmente 30.000 personas que carecen de un techo donde vivir y 273.000 que residen en infraviviendas ¿Cómo puede hablarse de una sociedad del bienestar y feliz cuando una buena parte de sus miembros son pobres y otros desdichados? Estos macabros resultados, que cuenta con riadas de jóvenes, debiera ser un estímulo en pro de un mayor compromiso de todos para con todos, de los gobiernos para con sus ciudadanos ¿Hacemos ciudad para los Sin Techo? ¿Verdaderamente trabajamos para hacer efectivo el derecho de todos a una vivienda digna? Que cada cual se conteste estas preguntas para sí, y si enrojece, póngase manos a la obra.

Es mucho lo que envuelve la atmósfera de los Sin Techo. Nos da igual que sean los desamparados de un Estado social y democrático de Derecho. Seguimos despojándolos de la palabra ciudadano, despellejando sus derechos. Los desheredamos y nos quedamos tan ricos. Les repudiamos a sabiendas que una casa es una condición necesaria para que el ser humano pueda desenvolverse como la ley dice, pueda trabajar, educar y educarse, formar familia en familia con la familia humana. A pesar de tantos dolores, continuamos especulando con el ladrillo. Es el gran negocio para unos espabilados y el gran problema para los entorpecidos por un sistema que genera exclusión. Unos se ponen las botas y otros se quedan sin ellas. Cuando los ricos se hacen de oro, los pobres son los que mueren de frío. Qué gran verdad.

Hay que decir basta ya, ante la clamorosa situación de indignidad en la vivienda de tantas gentes que malviven en los suburbios de las grandes ciudades o en pueblos perdidos sin infraestructuras básicas. En la multitud de seres humanos Sin Techo, sin patria, no cabe la vacilación, hay que solidarizar hasta nuestra propia soledad. Que la tenemos y mucha, aunque tengamos una mansión con todas las comodidades. Tomar el techo de los pobres es como robarle un trozo de cielo que a todos nos pertenece. Es en toda regla un acto de violencia que no podemos consentir. Tienen necesidad de ser rehabilitados, para verse a sí mismos aceptados, como miembros de pleno derecho de la familia humana. Los albergues y centros de acogida funcionan a tiempos completos y con lleno total.

Verse en la calle, escudado sobre unos cartones, es más común de lo que se piensa y más complicado de lo que parece. La verdad es que se muere más que se vive. Detrás de esos seres humanos hay muchos calvarios: enfermedades crónicas y adicciones, rupturas de familia, pérdida del puesto de trabajo, culturas diferentes... ¿Dónde está el Estado para garantizarnos el acceso a los derechos sociales básicos, como son vivienda, educación, empleo y protección social? Los Sin Techo también merecen una oportunidad que les permita vivir y cultivar su vida familiar bajo una vivienda digna; algo imprescindible para que la persona pueda desarrollarse y la sociedad pueda construirse sobre los cimientos de la justicia y la libertad. Pido un Ministerio para ellos. Sobra el de la Vivienda.

Pido un Ministerio para los Sin Techo
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