sábado. 20.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Existe un ránking de pejigueras, sobre todo en las redacciones de los periódicos y emisoras de radio, donde se suele concentrar una suerte de plomos con un estéril afán de notoriedad. Estos pesados llegan cuando más liado estás a contarte una batalla inverosímil que no te interesa para nada. Ha muerto, eso sí, el losa telefónico, gracias a que ahora aparecen en la pantallita los números de quienes te llaman; y los tienes identificados. No olviden a los plomos que están apostados en las esquinas: te ven, detienen tu paso y te colocan el rollo. Ni tampoco al mala leche, que te espera con la llave del coche enhiesta para metértela en el ombligo, a modo de saludo. Se me aparece, incluso, en las escaleras mecánicas de El Corte Inglés, es decir, en lugares de los que no puedo huir. Luego de colocarte un rollo, y ante tu cara de estupor, te dice: "¿Me conoces?". "Pues no, no te conozco". "¿Pero cómo no me vas a conocer?, soy Fulano". "Ah, ¿qué tal?". Y desaparece en lontananza, planchado por su falta de éxito.

2.- Está también el que acaba de llegar de viaje. Es temible, porque intenta contarte dónde estuvo y lo que hizo, lo cual a un servidor no le interesa lo más mínimo, no sé a ustedes. Y a continuación vomita, pegándote un manotazo en el brazo: "¡Joder!, unas hembras?". Este tipo no se ha comido una rosca en su vida y ha estado aguantando a la borde de su mujer durante quince días, aburrido en una playa de mierda. También sobrevive el pejiguera de la mala noticia: "Coño, qué gordo te veo; un cuñado mío, que estaba de gordo igual que tú, se murió la semana pasada". Y te relata, implacable, los síntomas del infarto de su cuñado, que son exactamente los mismos que tú sientes hace años. Este tipo te deja toda la tarde sudando y se despide jodiendo todavía más: "¡Acuérdate de lo de mi cuñado; no comas tanto!".

3.- Últimamente se ha desarrollado el pesado electrónico; es decir, el que te inunda a correos inútiles. Porque hay gente que te envía correos que agradeces, tipo Carlos Díaz-Bertrana y mi primo Pedro Ascanio , pero otros son infumables. Hasta la red ha desarrollado pejigueras irredentos que te persiguen sin misericordia. Y está el urbano: un individuo, cuyo campo de operaciones se encuentra en las cuatro esquinas de Pilar y Suárez Guerra, y cuya misión en la vida es dar sablazos. Me tenía breado hasta que decidí transitar por Puerto Escondido, menos divertido pero más seguro. Lo veo en la distancia, esperándome, escudriñando entre los peatones, a ver si me encuentra. Y yo huyendo por las esquinas, como si me estuviera persiguiendo el cobrador del frac, lo cual, dados los tiempos, tampoco descarto.

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