jueves. 18.04.2024

1.-No hay campaña, se ha parado. Se ha detenido el tiempo. Como estoy fuera de la isla, leo los periódicos de Canarias, secciones digitales, y me quedo sorprendido. Algunos repiten las noticias para llenar. Lo mismo pasa con los de Madrid. ¿Pero qué es lo que ocurre? ¿Qué elecciones son estas? Parece mentira, pero cuando tenía que haber muchas noticias, no hay noticias. Esto es insólito. Oigan, no me leo las notas que me mandan los candidatos, porque no estoy dispuesto a dejarme engañar. Para algunos estas elecciones habrán sido muy rentables. Para mí, desde luego, ni siquiera han sido entretenidas. Ayer estuve en El Rocío, a ver a la Blanca Paloma, en las vísperas de sus días grandes. Me han invitado y he venido. Para los que tengan fe, esto es un espectáculo de colorido y arena. Es verdad lo del polvo del camino: acabas pringado hasta la médula de un polvo fino que se mete por la nariz, por la boca, por las orejas, por todos lados. Gambitas de Huelva, manzanilla y a ver pasar carretas y caballos enjaezados, preciosos, que menean sus cuellos, exhibiéndose. Pablo Hermoso de Mendoza, el gran rejoneador, acaba de publicar un libro dedicado a sus caballos, entre ellos el famoso “Cagancho”. Tengo que comprarlo. Y, aquí al lado, Doñana, con sus pocas aves para la época, sus equinos pastando, el agua de la marisma quieta y los veraneantes prematuros que se dirigen, enfilados, hacia Matalascañas, donde existe una playa maravillosa. Este es un paisaje singular en el que habita un espécimen singular, que es el rociero de pañuelo, medalla y devoción. Y, alrededor de la Blanca Paloma, el mercantilismo religioso del recuerdo facilón de timbirichi.

2.-Lo del Rocío es un espectáculo difícil de definir. Yo he estado dos veces seguidas, bueno, con un intervalo de pocos meses. Aquí lo de las elecciones no mola: ni un cartel electoral, ni una falta de respeto a su Virgen, nada de nada. Nadie osa hacer proselitismo político en este poblado de Almonte donde ya están los que tienen que estar: los Domecq, los Báez “Litri”, los señoritos de Huelva, de Sevilla y de Cádiz, que aparcan sus jeeps Porsche Cayenne en las puertas de sus casas, por fuera normales, por dentro palacios en donde se recibe a los amigos. Fíjense ustedes si estoy desinhibido que me he largado de Canarias en plena campaña. Y me he alegrado mucho de que le den el premio Princesa de Asturias a don Emilio Lledó, el viejo profesor que me llevaba en auto stop cuando yo estudiaba periodismo en La Laguna. Me ponía en la rotonda del padre Anchieta, con otros muchos alumnos de la universidad, y don Emilio, que iba a impartir charlas al Instituto de Estudios Hispánicos, en los cursos para extranjeros, siempre paraba y nos dejaba en el Puerto de la Cruz. Le tengo un gran afecto a este académico sabio que creo que no tenía televisión en su casa hasta que alguien se la regaló. No me perdía ninguna de sus conferencias y también asistía a alguna de sus clases, porque en esta época yo tenía una novia en Filosofía y Letras. Como casi todos los que teníamos buen gusto.

3.-Y así va pasando mi vida, desocupados lectores. Como me he empeñado en no votar, no votaré. Tampoco me va a remorder la conciencia por no hacerlo, todo lo contrario. Podía haber votado por correo, pero ni eso. Se acabó, esta hornada de políticos no merece mi sufragio. A lo mejor dentro de cuatro años, sí. Y como tampoco puedo votar a los amigos honestos que se presentan, por razones de empadronamiento, pues me quedo sin votar.

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¿Pero qué es lo que pasa?
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