miércoles. 24.04.2024

1.- El lunes me llevó el coche la grúa, en el Puerto. Están como moscas en una ciudad en la que no hay aparcamientos. Aparqué para ir a Mapfre a pagar un seguro y cuando llegué no estaba el coche. Y eso que el coche que llevaba ocasionalmente, que no era mío, tiene autorización municipal como vehículo de un medio informativo en el que colaboro ad amorem. No les culpo a los guardias, supongo que cumplen con su trabajo, aunque se equivoquen. Presentaremos un descargo, pero la tarifa de la grúa es salada –Juanele–: 82 euros y pico, más la sanción municipal de 90 euros –45 si pagas en algo así como 20 días–. La verdad, fue un lunes negro y la broma le costará al dueño del coche pues unos 120 euros, si prospera la sanción. El Puerto de la Cruz es un peligro para los automovilistas: no hay un solo aparcamiento desde hace años, pero el Ayuntamiento no hace nada para resolver el problema. Hace años que se habla de los aparcamientos de la nueva estación de guaguas y de los de un nuevo edificio junto a Bel-Air. Pero es mentira, nada de nada. En el Puerto hay más pasos de cebra que Nueva York, muchos más. La gente se te tira encima cuando pasas, sobre todo los extranjeros que son bastante insolidarios con el automovilista. Todos los aparcamientos disponibles están ocupados por los coches de alquiler. El ciudadano, que se joda.

2.- La lluvia ha estropeado todos los actos del Carnaval: la gala fue un desastre y la cabalgata anunciadora de la fiesta, la peor del mundo. A ver si el coso del sábado mejora, aunque tengo pocas esperanzas. Y es que el Carnaval del Puerto ha sustituido la música carnavalera y caribeña por horribles batucadas que no hacen sino ruido ensordecedor. Tanto, que la perrita se asustó, se metió debajo de mi cama y no ha querido salir hasta que el ruido no cesó. Es horrible. Además, asistimos a una venezolanización del Carnaval, que es mucho peor. Allí donde hay un tío con una gorra sacando fotos con el móvil, ahí hay un venezolano. Y, claro, desvirtúan los grupos, porque se meten por medio con el carrito del niño, no conocen el orden. Venezuela es un país donde el orden no existe y como hay tanto inmigrante –con todo el derecho, supongo— pues nos están destrozando la fiesta. Se meterán conmigo por decir esto, pero a mí me la suda. Yo digo lo que me da la gana.

3.- Un taxista me dice que conducir en el Puerto es peligroso, porque la gente se te tira encima del coche y, además, te ponen malas caras. El otro día, un hipioso me insultó porque interpretó, ante mi desesperación, que tenía derecho a emplear un cuarto de hora en pasar un paso de cebra. Le toqué la pita y para qué fue aquello. Se puso como una fiera. Y como yo esbocé una sonrisita, me nombró a mi madre. Pero a mí me la suda eso también, así que lo dejé hablar y cuando se cansó se mandó a mudar, cabreado porque no le había hecho caso. A mí no me gusta el Carnaval, porque tampoco me gusta divertirme por obligación y en fechas marcadas, cuando lo diga el calendario. Prefiero un crucero por el Mediterráneo, al que me han invitado mis hijas para julio, si Dios quiere. Como el año pasado, que lo pasamos muy bien. Puede que ustedes crean que me he convertido en un viejo carrucho y protestón y a lo mejor tienen razón. En un viejo cascarrabias, como dice mi sobrina Andrea, que va a hacer ahora la primera comunión y a la que tendré que asistir: ¡soy su padrino! Espero que haya gente guapa y nadie con gorra, aunque mi sobrino Sergio, director de este medio, es mucho de gorra. No ha pagado la gasolina de su coche nunca.

Es una publicación de El Diario de Tenerife.com

Pequeño diario de un portuense
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