jueves. 28.03.2024

Por Miguel Ángel de León

No me vengas con la monserga de lo que te pagan o de lo que te dejan de pagar. Igual es lo que te mereces, y puede que incluso más. Las llantinas, al maestro armero. “El que tiene miedo de la pobreza no es digno de ser rico”. Es palabra de François Marie Arouet, Voltaire para los amigos y demás personas piadosas. Te has hecho esclava del dinero y es tu culpa, tu gran culpa. Asume las consecuencias.

No te quejes por lo que te pasa. Te pasa porque quieres, o porque no evitas que te pase. No repitas esa muletilla estúpida y derrotista de "en mis buenos tiempos". En aquella época nunca caiste en la cuenta de que era la mejor de tu vida. No digas bobadas, que siempre habrá gente dispuesta a decirlas por ti. Manda al carajo a los carajos de la vela.

Te lo aconsejo: no des consejos. No hagas caso tampoco de los míos. Pero, ahora que no tienes el cuerpo ni el espíritu para fiestas, te recuerdo una vez más lo que había dejado dicho aquel sabio que tenía, como casi todos los sabios que en el mundo han sido, alma de poeta: "Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hastío, repitiendo todos los días los mismos trayectos. Muere lentamente quien no le habla a quien no conoce. Muere lentamente quien evita una pasión, o un remolino de emociones, justamente las que rescatan el brillo de los ojos, sonrisas de los bostezos, corazones a los tropiezos y a los sentimientos. Muere lentamente quien no viaja, quien no lee, quien no oye. Quien no encuentra gracia en sí mismo. Muere lentamente quien destruye su amor propio. Muere lentamente quien abandona un proyecto antes de iniciarlo, no preguntando de aquello que desconoce, o no respondiendo de lo que sabe. Muere lentamente quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo, quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño. Muere lentamente quien no permite, por lo menos una vez en la vida, huir de los consejos sensatos. Evitemos la muerte en suaves cuotas, recordando siempre que estar vivos exige un esfuerzo mucho mayor que el simple hecho de respirar. Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos una espléndida felicidad".

Aplícate el cuento y déjate de cuentas, de sumas y de restas. Dale al dinero y a la estabilidad económica el escaso valor que tienen. No te creas la religión de los economistas. No disfraces tu libertad con la ropa gris del triste funcionario que empezó a cobrar cuando dejó de trabajar, y allí muere en vida, enterrado en telarañas y papel de oficio.

La frase ya está hecha y muy manoseada, pero sigue siendo válida: antes morir de pie que vivir arrodillado. Ahora y siempre. No es cuento. Tal y como te lo cuento.

Levántate y anda, llorona. ([email protected]).

Para ti, llorona
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