sábado. 20.04.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

El cardenal Antonio Mª Rouco, hombre de talento y de hondura, acaba de hacer pública la preocupación de los Obispos, o sea de la Iglesia, ante dos problemas que atraviesa el país: por un lado, “el peligro de un deterioro de la convivencia”, y por otro, “la actual crisis económica”. El espíritu de reconciliación, sacrificado y generoso, que presidió la vida social y política en los años llamados de la transición a la democracia, se lo vienen cargando algunos políticos de poca monta y otros que son gobierno. Es decir, la clase política. Mientras tanto la otra clase, la obrera, vuelve a pagar los platos rotos de la crisis y a tener que pagar la factura del estropicio. Lo cierto es que hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces; pero todavía no hemos aprendido el sencillo arte de vivir como ciudadanos demócratas, dispuestos a entendernos y comprendernos. Algo que debiéramos cultivar por principio moral y ético, puesto que convivir es una necesidad tan real como la vida misma. Resulta que los que tienen que dar ejemplo no lo hacen, siembran corrupción y se quedan tan frescos.

Ahora Zapatero dice que de la crisis se sale juntos, contando con todos. No se hizo así cuando hubo abundancia. La especulación fue invento de los más pudientes. La máxima de que dinero llama dinero se cumplió a rajatabla como decreto. Evítese la sangría del paro si en verdad se quiere que todo el pueblo salga del agujero. Algunos jamás han salido de la crisis. No han conocido el estado de bienestar. Luego pasa lo que pasa. Que con estas desigualdades e injusticias sociales, consentidas por todos los partidos políticos y sindicatos, es bastante difícil que reine la paz. Hace tiempo que algunas políticas y políticos de nuestro país, no respetan las necesidades materiales y espirituales y sobre todo la dignidad humana de las personas más débiles. Cada día parecen dominar más las fuerzas que dividen y destruyen, donde nadie se interesa por nadie, nada más que por los suyos y sus amigos. Con la verdad y la libertad derruidas, que son las auténticas columnas morales de una sociedad, lo tenemos complicado levantar cabeza y ayudar a levantarla.

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Paga el pobre
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