jueves. 25.04.2024

Por J. Lavín Alonso

Keelhaul, pasar bajo la quilla. Una antigua forma de castigo en las diversas marinas, generalmente fatal para quien la sufría.

Dice el refrán que no es oro todo lo que reluce. Los supuestamente buenos resultaron no serlo tanto y los “libertadores de los siervos” resultaron aun peores. Veamos por que.

En agosto de 1939 se firmó el pacto de no agresión germano-soviético, que ya venía gestándose desde 1937 yen virtud del cual planearon repartirse Polonia, con una cláusula que dejaba a la URSS las manos libres en las repúblicas bálticas: Estonia, Letonia y Lituania. Pocos días después, el 01.09.39, Alemania invadió Polonia y la redujo en escasos quince días. El 17.09.39, Rusia invadió la parte que le concedió el tratado.

Este “idilio” duró poco. El 22.06.41, Alemania atacó a la URSS – Operación Barbarroja – y su antiguo aliado pasó a serlo de las potencias occidentales. Como resultado, Alemania se hizo con centenares, millones, de prisioneros entre militares y civiles. La inmensa mayoría fue transferida al Reich en calidad de mano de obra esclava, principalmente para la industria de guerra.

Llega 1945, los aliados occidentales entran en Alemania y se encuentran con millones – entre 2 y 4 – de estos prisioneros rusos, mas los que venían huyendo del avance del Ejercito Rojo – demasiado bien conocían ellos el percal. Total, que se encochina Stalin y los reclama. Los anglosajones se bajan los pantalones y Eisenhower ordena la transferencia de estos infelices “a sus países de origen” – Operación Keelhaul. El resultado es que la inmensa mayoría de los repatriados, por unos medios u otros, simplemente desapareció, para mayor vergüenza de los aliados demócratas. Y encima estos tuvieron como premio de agradecimiento el comienzo de la Guerra Fría.

Operación “Keelhaul”
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