viernes. 29.03.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Pasados unos días de los resultados electorales, que han llevado a la Casa Blanca a Obama, me surgen unas serie de consideraciones, que paso a describir a continuación.

No pretendo referirme a lo que todo el mundo ha dicho. Que el 4 de noviembre sea la fecha en la que se ha cumplido el sueño de Martin Luther King, y que es el desenlace de la lucha de los afroamericanos y de los mestizos por sus derechos. No obstante, me gustaría pensar que no fue elegido por su condición racial, y que lo fue por ser el mejor candidato, como asegura The Washington Post. Eso es lo realmente importante. Su victoria se ha comparado con la de Nelson Mandela en Sudáfrica, que puso fin a décadas de apartheid. Tampoco a que la base de su victoria hayan sido los votos de las mujeres, los afroamericanos y los latinos, justamente aquellos que tienen la esperanza de un cambio en la política interior y exterior de Estados Unidos; y que disfrutó en la campaña de la última y más ambiciosa estrategia publicitaria que haya visto el pueblo estadounidense en varios años. Compró un espacio de media hora en horario triple A, en siete de los canales más importantes del país para emitir la propaganda política más larga de la década, por la módica suma de 3 millones de dólares.

El triunfo del afroamericano entraba dentro de lo previsible, a pesar de las posibles influencias en los votos de los norteamericanos del Efecto Bradley. La situación dejada por los republicanos podría compararse a un campo de batalla después de una cruenta contienda. Una situación económica gravísima. En un discurso, en la ciudad de Denver el 29 de agosto del presente año, Obama lo expresó con contundencia: "Esta noche tenemos más estadounidenses sin trabajo y más trabajando mucho más por menos. Muchos de ustedes han perdido sus casas y muchos otros están viendo cómo el valor de sus casas se derrumba", dijo. "Muchos de ustedes tienen autos que no pueden conducir, tarjetas de crédito que no pueden pagar. El fracaso no se debe solamente a las políticas fallidas de Washington sino también a la presidencia de George Bush", dijo, y agregó: "Somos un país mejor que esto."

El fracaso de la política exterior, como consecuencia de estar empantanados en dos guerras, en las que no se vislumbra final alguno. Al respecto también en Denver Obama fue claro, y llamó a recomponer el prestigio de E.E. U. U. en el mundo: "Somos el partido de Roosevelt. El partido de Kennedy. Por lo tanto, no me digan que los demócratas no defenderemos este país", lanzó, y agregó que la política exterior de Bush-McCain ha dañado ese legado. "Nunca dudaré en defender esta nación, pero sólo enviaré tropas a la guerra con una misión clara y el compromiso sagrado de darles el equipo que necesiten en combate y los beneficios que se merecen cuando regresen a casa", dijo, agregando que terminará la guerra de Irak de manera responsable y que pondrá fin a la guerra contra Al Qaeda y los talibán en Afganistán. "Reconstruiré nuestras fuerzas armadas para poder enfrentar conflictos futuros. Pero también renovaré la diplomacia dura y directa que puede prevenir que Irán obtenga armas nucleares.”

En su discurso el 27 de julio de 2004, durante la convención del Partido Demócrata, se hizo conocer nacionalmente y la historia seguramente dirá que en ese momento, sin ser aún senador, comenzó su elección a la Presidencia. Más que a su partido, le habló al país sobre dos ideas. Primero, sobre la necesidad que tenían los Estados Unidos de mantener un equilibrio entre el individualismo de sus gentes y su proyecto colectivo. “Estamos conectados como un solo pueblo”, dijo, para enfatizar que “no hay una América liberal y otra conservadora, hay una sola nación, los Estados Unidos de América”. Y frente a la política del cinismo, habló de la política de la esperanza, de la “audacia de la esperanza”, término que se convertiría en el título de un libro que batió récords en ventas en 2006. “El mayor regalo que nos ha dado Dios es poder creer en cosas que no vemos, poder creer en que los mejores días están por venir”, afirmó.

Creo que no se ha destacado suficientemente en que es el más intelectual entre todos los presidentes que ha habido hasta ahora los Estados Unidos. Graduado en Columbia y Harvard, Obama es además uno de los mejores oradores, como acabamos de comtemplar en las líneas precedentes, y como los grandes políticos, utiliza su extraordinaria oratoria para presentar sus ideas con contundencia y claridad. Así, está a la altura de Lincoln, los Kennedy, King o Reagan. Ha sabido usar del instrumento de la palabra como pocos, para trabajar sobre la imaginación de los americanos, inyectándoles ilusión y esperanza, que ya es bastante, si tenemos en cuenta los tiempos que corren. Mas también ha fascinado a la mayoría de los europeos, como lo hizo en su discurso en Berlín, que llevo a compararlo en cuanto a trascendencia al pronunciado por Kennedy en 1963, cuando dijo aquella frase histórica: Yo también soy berlinés.. El todavía candidato abrió su discurso con una frase muy impactante: Vengo a Berlín, como muchos de mis compatriotas lo han hecho antes, no como candidato a presidente, sino como ciudadano, un orgulloso ciudadano estadounidense y un ciudadano más del mundo.” Desde la Columna de la Victoria, habló sobre la historia reciente de la ciudad, y utilizando como hilo conductor hechos históricos recurrentes como la caída del muro y la reunificación alemana, habló de temas de profundo calado como: la unidad entre Europa y EE UU, ecologismo, la lucha contra el terrorismo y la paz, de seguridad y prosperidad, de acabar con el hambre y devolver el futuro a nuestros hijos...Una parte muy importante fue su alusión a lo nefasto que resultan los muros: "No deben alzarse muros entre los viejos aliados a ambos lados del Atlántico. No deben alzarse muros entre los países que tienen y los que no tienen. No deben alzarse muros entre razas y tribus, entre nativos e inmigrantes, entre cristianos, musulmanes y judíos.” Se estaba refiriendo al Muro de Berlín, el símbolo más prominente de la Guerra Fría, también conocido como el "muro de la vergüenza" porque durante 28 años mantuvo dividida a Alemania. Las palabras de Obama tenían la pretensión de ganar los corazones de los berlineses.

Quiero acabar con una alegato para la esperanza. Confio que un día sea conocido en la historia, además de por ser uno de los mejores candidatos, lo sea también y sobre todo, por ser uno de los mejores presidentes de los Estados Unidos. Y que sus acciones como gobernante sean consecuentes con todo aquello que ha dicho tan bonito en sus discursos. Porque algo me está chirriando ya, cuando en Berlín hablaba de derribar muros, no debía estar pensando en el que divide a México y Estados Unidos, ya que se ha manifestado -al igual que su rival, John McCain- en favor del reforzamiento del muro al sur de la frontera de EEUU, aduciendo que es indispensable para detener tanto a los inmigrantes indocumentados como a posibles terroristas. Por ende, a gobernar. Trabajo no le va a faltar. La enorme crisis económica, el desplome de los mercados, el sangrado de los fondos federales, el crecimiento del desastre hipotecario, el aumento del desempleo, la guerra en Irak, el débil sistema de salud, la deuda nacional, la amenaza terrorista, el resquebrajado sistema migratorio y ante todo, la pérdida de la confianza de un pueblo en su Gobierno y la mala imagen a nivel internacional, son algunos de los asuntos con los que el presidente número 44 de Estados Unidos deberá enfrentarse. Por ello no resulta exagerado, que muchos analistas políticos definan el camino del nuevo inquilino de la Casa Blanca, como una pesadilla de la que no será nada fácil salir.

Obama ha dejado de ser candidato
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