sábado. 20.04.2024

Miguel Ángel de León

Winston Churchill, que se las sabía casi todas pero no supo ganar unas simples elecciones después de haber ganado una guerra, dejó dicho que las encuestas son como los bikinis: descubren lo interesante, pero ocultan lo más atractivo.

A falta de un año escaso para la próxima cita electoral, la redactora de un diario tinerfeño me comunicaba la buena nueva de la inminente publicación de una macroencuesta sobre la intención de voto en todo el archipiélago canario. “Va a dar muchas sorpresas”, me advertía ella, confiada (y eso que ningún partido ha designado aún, por ejemplo, candidatos en firme a la presidencia del Gobierno regional) en la sacrosanta infalibilidad demoscópica (¿?), el mayor camelo, el más falso mito y la mentira más gorda de entre todos los embustes infrainformativos, para mi gusto, por más y por mucho que le sirva a la propia prensa, a los políticos y a los sociólogos para hacer negocio y engatusar a lectores y electores incautos o ingenuos, tanto monta. Tan incautos e ingenuos como muchos de esos políticos que encargan y pagan tamaños engañabobos demoscópicos, que entran en marea o en celo ante cualquier sondeo pre-electoral, como es triste fama. De hecho, hay cientos de actores de la política insular canaria en general y conejera en particular que llevan meses soñando con porcentajes de popularidad, expectativas de votos y otras pazguatas machangadas. Son como niños, ya ustedes los conocen.

Hay constancia empírica de que la ciencia demoscópica ni es ciencia ni es nada, pero esa verdad no le importa a nadie en un mundo de mentiras: el de la política y -a veces- el de la prensa, que en ocasiones determinadas es tan poco seria como aquélla y nos vende quincalla.

Ya se ha convertido casi en tradición. En vísperas electorales, la inmensa mayoría de los diarios que se publican en España se dan a la antiética labor de intentar engañar o manipular a sus respectivos y ninguneados lectores con la invariable publicación de la encuestita o macroencuesta -macroengaño, a fe mía- de turno. Es la orgía sondeadora. Nada nuevo bajo el apagado sol de la prensa española, que dice el último sondeo de audiencia de la misma -por cierto- que pierde lectores a punta pala, pero no la fea costumbre ni el maldito empeño de intentar darles a aquéllos gato por liebre, o encuestas y rumores (un sondeo no es más que un simple o simplón runrún) en lugar de verdades tangibles o palpables.

En vísperas de las pasadas/pesadas elecciones locales, al escéptico que esto firma le tocó sufrir/gozar (en realidad me lo pasé muy bien contestando a la chamberga, porque lo que no es serio hay que tomárselo a broma) dos cuestionarios realizados por sendos institutos de Sociometría: Metra 6 y Sigma Dos. Hablo, pues, con cierto conocimiento de causa (también me han entrevistado a pie de calle, aunque no de urna porque no la frecuento). En ambos casos, a la señorita o chinija de turno que estaba al otro lado de la línea telefónica se le notaba a la legua que no tenía ni maldita idea de los personajes y de la situación por la que estaba preguntando. Bonita forma de empezar. Rigurosa, sobre todo.

Antiguamente, era fundamental en cualquier interrogatorio que el entrevistador supiera -e incluso supiese- al menos tanto, si no más, que el propio entrevistado. Pero eso ya no es prioritario para el periolorismo actual, ni siquiera aconsejable. Eso por no hablarles de la supuesta esencia de ambas encuestas de marcado carácter político-electoral (la popularidad de los personajes y la intención de voto del encuestado). En la de Sigma Dos sólo me pedían la opinión al respecto de tres o cuatro candidatos por Lanzarote al Parlamento de Canarias y al cabildo conejero. No les digo más. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

Va quedando cada vez más claro que la condición última de cualquier encuesta es la mentira maquillada de datos. La estadística es el gran engaño, como sabemos de viejo. Y, así de claras las cosas, es buen síntoma ver que la gente ya empieza a tomarse estos sondeos de risa como lo que son: un puro camelo político, sociológico y -lamentablemente- también periodístico. Lo escribo como lo siento. No me pagan para mentir. ([email protected]).

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