viernes. 29.03.2024

Andrés Chaves

1.- Era ya de día cuando caí en un sueño profundo, el pasado martes. Había participado en el programa de radio, como siempre desde la cama, pero a mitad del espacio me venció el cansancio que me provoca la crisis, delegué mis funciones en las ondas y sucumbí al sueño. Enseguida me vi en un despacho luminoso ante un señor que primero fue muy amable, como si se tratara de un asesor económico, pero luego se fue transformando en malhumorado inspector de Hacienda. Era menudo, peludo y vestía traje y corbata. Se sentaba en el extremo de una mesa y en el otro estaba yo, decrecido como un cuarto menguante, acojonado por la situación. Sabía todo de mí, desde mis gastos a mis inversiones estúpidas e incluso conocía mis pecados de juventud. Intentaba defenderme de la avalancha de acusaciones, pero él me podía. Nada ni nadie, sino el despertar, me libró de aquel personaje que lucía traje azul, severo y gesto muy atravesado. Abrí la persiana y la mañana estaba gris y eran ya casi las once, luego la tortura había durado más de dos horas.

2.- Como siempre me pasa, y yo se lo cuento a ustedes, nadie me dará noticia de este sueño, que no tiene interpretación. Quizá el agotamiento que provoca la crisis a este sector en el que me muevo haga que sus supervivientes nos mantengamos con los nervios de punta. No he tenido nunca por enemigos a los inspectores de Hacienda; es más, presumo de ser amigo de alguno, pero que se hayan convertido en el Coco de mis sueños no me parece justo. Bien es verdad que me persigno cada vez que paso por delante del edificio de la Agencia Tributaria, como hace cualquier persona normal y creyente. En los últimos años sueño más cosas o al menos recuerdo lo que sueño, porque me pongo en el empeño. Cuando uno es joven no quiere echar la vista atrás, porque casi no existe el atrás. Cuando uno se hace mayor el pasado se hace más grande.

3.- Algunas noches de insomnio he cogido el coche, solo, y me he ido a La Orotava. Aparco frente a la vieja casa que fue de mi tía Gabriela , en la calle del Agua, de tan gratos recuerdos para mí. Y me paso una hora examinando lo que fueron, cómo fueron, los años vividos en aquella pina calle orotavense y en aquella enorme mansión de los Zárate , escenario de mis días y mis noches infantiles. Estoy viendo a mi padre, a Luis Casañas , a Genaro Echandi , a mi tía Gabriela, a mis abuelos Pedro y María Lola , a mi tío Felipe , a Piquico , a mis primas. Y no se me van de la cabeza. Esta noche volveré allí, a seguir soñando. Mucho mejor que con el señor inspector.

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Noticia de mis sueños
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