viernes. 29.03.2024

Por Víctor Corcoba Herrero

Hay que alcanzar el tiempo. Servidor, como el poeta, se niega a quedarse al margen del camino como árbol seco y decaído, mientras un manantial de luces y aguas cantan los más profundos versos por los balcones de la vida, que muchos mortales desconocen. Es cuestión de escuchar lo que nos dicen sus melódicas voces y de tomar, sin perder el ciclo de la vivencia, otros vuelos más libres, hoy tremendamente disipados humanamente, quizás por haber cerrado los ojos a la autenticidad.

Justo ahora, justo hoy, justo en este preciso momento, mil vidas se matan contra otras mil vidas. ¿Qué sentido tiene este combate en un universo de palabras? Nada entiendo, nada comprendo, ¿dónde está el corazón de los humanos? Para millones y millones de personas la vida es un infierno porque su semejante es el verdadero demonio. El hombre contra el hombre sigue en plena actualidad. Lo incivil gobierna a su antojo. La cruz no puede ser más visible. Estamos cercados de monstruos, y aunque parezcan tipos interesantes, el aluvión de interesados prolifera. Les gusta la sangre y se gozan con las lágrimas de su otro yo. Ciertamente, lo devoran todo sin consuelo. Son una legión de bestias irreconciliables, vecinos suyos y míos, a los que habría que reconvertir con urgencia a la poesía.

Lo tengo claro. No hay tiempo que perder. El planeta del cielo no puede convertirse en el planeta de las tinieblas. El campo de conflictos se ha crecido y este espanto es tan real como la vida misma. Ahora bien, debemos salir cuanto antes del terreno de la confusión. Se confunde el conocimiento con la sabiduría. Se activa el poder absoluto en lugar del necesario deber. Se mezclan las opresiones de los pueblos con los cuentos de la liberación. Se habla de crisis, que los ricos no conocen, mientras los pobres se ahogan en vida. Se oferta desempleo o indecentes trabajos a personas que buscan desesperadamente emplearse. Se traiciona mucho y se engaña más, hasta el punto que la mentira tiene hoy más valor que don dinero. Desde luego, la falsedad más común se ha convertido en engañarse a sí mismo.

Mil de mil seres humanos, de otros mil de miles, su conducta es una mentira permanente. Ante estos hechos, cabe interrogarse e interrogarnos. ¿Qué podemos y qué debemos hacer para salvar el planeta de este abismo? A mi manera de ver, todo va a depender de lo que los moradores deseen y quieran desear. Creo haberle oído al inconfundible y cultivadísimo, Gabriel García Márquez, algo así como que los seres humanos no nacen para siempre el día en que sus madres los alumbran, sino que la vida los obliga a parirse a sí mismos una y otra vez. Por consiguiente, tenemos esperanza para el cambio. Es cuestión de conocernos y de reconocernos nosotros los humanos pertenecientes al mundo entero. El día en el que nada de lo que ocurra a una vida humana nos deje indiferentes, el progreso humano dejará de ser un sueño. Sabemos que basta con que una persona ame a otra para que el amor vaya haciendo curso y se contagie el cauce. Cuidado que lo mismo sucede con el odio.

Nosotros los humanos
Comentarios