sábado. 20.04.2024

Seguro que sólo fue fruto de la mera casualidad, pero fue confirmarse lo de la reelección forzada de Victoriano Elvira en la Presidencia de la UD Lanzarote (a la fuerza ahorcan, como es triste fama, porque nadie quería asumir la carga del cargo ni regalada) y volvió el equipito conejero a la senda del triunfo, como dicen los cronistas de la cosa. El máximo representante futbolístico de esta pobre islita rica sin gobierno conocido, después de semanas peleado o enemistado con la victoria, le levantó este domingo el partido y los tres puntos en juego al Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que tiene más nombre y dinero que afición, y que se llevó dos goles de la Ciudad Deportiva justo el Día de Reyes. Ahora, situado como octavo pasajero de la clasificación y a tres escasos puntos de los cuatro primeros puestos de la tabla, vuelve a tener derecho a soñar al menos con disputar la liguilla para el ascenso a la nunca vista y siempre soñada Segunda A, o clasificarse para jugar la próxima edición de la Copa del Rey (competición a la que muchos siguen restándole valor, pero que puede solucionarle la temporada al Lanzarote desde el punto de vista económico a poco que se repitan suertes y sorteos anteriores, además de proporcionarle una alegría al aficionado de siempre y a los noveleros, que son/somos mayoría). Amén.

Conocí al presidente y al entrenador de la actual UD Lanzarote cuando coincidí con ambos en televisión, hace apenas unas semanas. Parecen hombres sensatos, lo cual no es poco decir en hablando de fútbol, y más en España. El técnico, además, es de los que no sólo están al tanto de lo que ocurre en el Grupo Primero de la 2ª B, que es en el que trabaja, sino que conoce y sigue de cerca lo que llamamos fútbol base. Ese que miman como pocos en el Marítima, por cierto, al que los rumores de aquella esquina vuelven a ver unido o fusionado con el Lanzarote. No me voy a pronunciar al respecto porque, como avisa el título genérico de esta columna, si le digo le engaño.

Entre tanta crisis económica, turística y política, igual el fútbol nos acaba consolando de tantos reveses. Superado ya el ocioso debate sobre el opio del pueblo, que es una polémica que siempre tuve por falsa, ahora ya podemos conjugar perfectamente el fútbol hasta con la literatura, sin que se produzca rechazo mutuo. Ahí tenemos el caso del inmenso escritor uruguayo Eduardo Galeano, cuyas musas son redondas como la pelota con la que sueña todas las noches. Lo tiene escrito en uno de sus libros: "El fútbol eleva a sus divinidades y las expone a la venganza de los creyentes. Con la pelota en el pie y los colores patrios en el pecho, el jugador que encarna a la nación marcha a conquistar glorias en lejanos campos de batalla. Al regreso, el guerrero vencido es un ángel caído. Somos porque ganamos. Si perdemos, dejamos de ser. La camiseta de la selección nacional se ha convertido en el más indudable símbolo de identidad colectiva, y no sólo en los países pobres o pequeños que dependen del fútbol para figurar en el mapa".

En el Evangelio según Woody Allen se afirma que “sólo existe dos cosas importantes en la vida: la primera es el sexo; y la segunda no me acuerdo”. La segunda es el fútbol, al menos para los aficionados al mismo. ([email protected]).

Nos queda el fútbol
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