viernes. 29.03.2024

Por Ayoze Corujo Hernández

El último barómetro electoral de Metroscopia, una vez más, refleja la primera posición en estimación sobre voto válido a Podemos. En unas hipotéticas elecciones que tuviesen lugar mañana, la formación de Pablo Iglesias obtendría el 20,4% en intención directa de voto, seguido del Partido Popular (12,8%) y del PSOE (12,3%).

Se habla en innumerables ocasiones del fenómeno Podemos. Los mayores eruditos, tanto de la prensa como de la Ciencia Política, analizan las características que han llevado a una precoz formación a la cúspide del panorama político. La situación económica, la desafección política, la fuga de votantes o la quiebra del bipartidismo, han sido variables para entender su éxito. Pero la más destacable a mi entender, es la aparición de los jóvenes en la escena política.

Cansados de que se les tachara de vagos, de fiesteros, de incultos, de criaturas criadas bajo las mantas de una cultura mediterránea y sureña, decidieron salir a la calle y reivindicar su cuota de protagonismo político. Pablo Iglesias y su grupo de doctos universitarios canalizaron las demandas de los jóvenes, institucionalizaron la revolución, crearon la estructura organizativa y transformaron las quejas en propuestas. Podemos no se entiende sin el despertar juvenil, sin lemas cargados de protesta y enfado, sin sus “no nos representan” y sus “sí se puede”. Gracias a las asambleas deliberativas, los foros de debate, la participación ciudadana o las candidaturas abiertas, han contribuido a afianzarse como la primera fuerza en intención de voto directo entre los 18 y 44 años, según el CIS.

Pero –siempre tiene que haber excepciones, y- en Lanzarote la dinámica es diferente. Desde que asistimos inquietantes al desembarco de Podemos en la isla, no han hecho más que defraudarnos. El primer círculo se formó con grandes expectativas de atracción ciudadana. Llevados por la corriente de Podemos a nivel nacional, era lógico pensar que las garantías de éxito fueran mayores. Por el contrario, los integrantes de las asambleas y las cabezas visibles de éstas, no han cuajado en el territorio insular.

Si el pilar fundamental son los jóvenes y sus marchas por el cambio, si la fundamentación del fenómeno es una juventud harta del statu quo, si Podemos nació como canal para ser transmisor de sus demandas, entonces, ¿por qué de su fracaso en la isla?. Los cimientos creados se han hecho sin respetar el punto neurálgico de la organización: la juventud.

En Lanzarote, la cifra de paro comprendido entre la población de 20 y 30 años, ronda las 2.500 personas de las 14.415 del cómputo global, según los últimos datos del Cabildo Insular. Una tasa de desempleo juvenil de las más altas del territorio regional y nacional. La juventud lanzaroteña, azotada por las pocas oportunidades laborales y la falta de diversificación cultural, se ve aislada a una monotonía isleña que degrada el ímpetu crítico y participativo. Podemos, bien podría ser la salida a muchos de estos muchachos desencantados con las políticas actuales. La antipatía que produce las actuaciones de espaldas a la juventud conejera por parte del “caciquismo político”, allana las posibilidades de captación.

Sin embargo, los círculos creados por Podemos Lanzarote, no han suscitado el encanto necesario para reavivar la participación y la deliberación. Muchas propuestas envasadas al vacio, muchas estelas de la élite de la organización a nivel nacional, pero pocas medidas concretas para la isla.

Hasta que los círculos de Podemos Lanzarote, no logren reunir un número considerable de jóvenes, las posibilidades de prosperar y tener éxito se esfuman. No vale con seguir la corriente creada por sus homólogos madrileños, con ponerse la fachada de revolucionarios y al mismo tiempo soñar con sillones y cargos. Hay que pensar en política, actuar enfocados en la isla y sus ciudadanos. Dejar de lado los oportunismos que tanto mal han hecho a los partidos tradicionales y hacer gala del encanto que les ha llevado al éxito.

Pablo Iglesias tenía miedo a la intoxicación de la marca. De los tránsfugas y los arribistas, de los interesados y carotas. Podemos es una gran marca supeditada a las franquicias, a reglas establecidas y a un marketing fijo. Pero algunas veces las franquicias no funcionan, los franquiciados van por su cuenta y se termina cerrando el negocio. En Lanzarote no se ha querido, o no se ha podido llegar a la gloria esperada. Podemos Lanzarote no está, no capta y no mueve nada. Otra cosa diferente es la esperanza de que lleguen a tiempo.

No están, pero se les espera
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