viernes. 29.03.2024

Por J. Lavín Alonso

En el tema de la inmigración y sus supuestas influencias benéficas en la economía global y el PIB no parece que todo el monte sea orégano, ni tan ancha es Castilla como pareen asegurar algunos optimistas informes al respecto. Esa es, al menos, y salvo mejores criterios, la conclusión que extraigo de la lectura de un artículo en la sección “Nueva Economía” de El Mundo, en su edición del 19 de noviembre pasado.

Según el antiguo jefe de la Ofician Económica de Presidencia y actual candidato a la Alcaldía de Madrid por el PSOE, Miguel Sebastián, en un cálculo más bien optimista, España podría asumir sin problemas hasta doscientos mil inmigrantes al año y alcanzar la cifra de 66 millones de habitantes en el plazo de una década.

El Sr. Sebastián atribuye a la inmigración un aumento del 30% en el PIB. En el año 2005, los inmigrantes aportaron unos ingresos, en concepto de impuestos y aportaciones a la Seguridad Social, de 23.402 millones, con unos gastos de 18.618 millones. Vistas así las cosas, enseguida se advierte que hay un superávit de 4784 millones de euros. Negocio redondo, según los conspicuos de la cosa económica.

No obstante, para algunas Comunidades Autónomas no pintan oros tan alegremente, ya que no se les está compensando por el crecimiento de la población, por lo que - siempre según la misma fuente - el desequilibrio a nivel territorial entre ingresos y gastos es brutal. Mientras que cerca del 90% de la contribución de los extranjeros se la queda el estado, las comunidades autónomas y ayuntamientos tienen que hacer frente a la mayor parte de los gastos, al estar transferidas las competencias en materia de servicios básicos: educación, sanidad y servicios sociales.

De esta manera, mientras las comunidades asumen unos gastos de más de 4000 millones, los estatales apenas superan los 1500 millones.

El artículo en cuestión sigue extendiéndose en otras consideraciones de índole dineraria, en las que el Estado se lleva la parte del león. Vaya por delante que no soy experto, al igual que la inmensa mayoría de la población, en cuestiones de economía, pero lo que es leer, interprertrar lo leído y hacer uso del sentido común, como el que mas.

Decía Einstein que no es que haya genios ni superhombres, lo que ocurre es que no todos sabemos lo mismo de las mismas cosas. Está sabia afirmación, de tan docto señor, un poco reduccionista, tal vez por modestia, no parece ser muy tenida en cuenta por los responsables de la cosa publica y sus epígonos, a quienes, por otra parte, en un notable porcentaje, y salvo honrosas excepciones, sospecho a años luz de cuestiones de cierta entidad académica o intelectual, con perdón. Maestros de todo y oficiales de nada, como dice el vulgo. Así pues, y volviendo al binomio inmigración-economía, siempre he tenido la vaga sospecha de que no es oro todo lo que reluce.

No es oro todo lo que reluce
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