Por Andrés Chaves
1.- Después de no aparecer en la lista de famosos e influyentes de un periódico local, elaborada con datos de la CIA, cansado de hacer lo indecible por dejarme notar, habiendo renunciado a mis criterios más arraigados de no ir a ninguna parte (es decir, no ir a alguna parte, en castellano, para que dos negaciones no afirmen), ni de hacer nuevos amigos, ni de acudir a fiestas sociales, ni siquiera vestirme de máscara en el pasado Carnaval, concluyo que he pasado de moda. Y lo baso en la siguiente consideración. Hace un mes o más me llamó mi amigo Miguel Ángel Daswani, jefe de Informativos de La Cosa, muy interesado, para comunicarme que contaban conmigo para un programa llamado "El envite", conducido como una moto por mi nervioso colega Carmelo Rivero. Fui al programa, hice lo que me dejaron hacer, dije lo que pude, agradecí en público los 300 euros que me iban a pagar (que no me dan para una cena en Los Limoneros) y me marché. No me han vuelto a llamar, aunque sí han repetido en el espacio un montón de periodistas más, no sé si mejores o más dóciles. Ah, tampoco me han pagado.
2.- Con lo que concluyo igualmente, no sin cierta tristeza de viejo periodista, que ya no gusto, que no estoy de moda, que se me ha pasado el arroz, que ando chocho y planchón y que ya no sirvo para entretener a la gente, ni siquiera en mi faceta de bufón. Este año me había propuesto hacerme famoso, para aparecer en esa relación de influyentes, elaborada con datos del Cesid, pero me da que tampoco estoy fino a la hora de conseguirlo, con lo cual voy a ver si elaboro mi propia lista y me pongo el primero o el segundo. Si me pongo el segundo es que me entró el ataque de modestia.
3.- Esa lista, que se elabora con datos del Mosad, no creo que tenga que ver con mi apartamiento de "El envite". Es posible que los televidentes le hayan escrito a Daswani y a Willy García -ahora se presenta como Guillermo y me parece bien, porque eso de Willy está bien para aquel famoso Willi Brandt y gente de inferior categoría-, para que me manden a hacer puñetas por incordio. Pero, hombre, a mí me hacía ilusión volver a ser famoso y que me insulten por la calle y que tenga que andar con escolta porque eso quitará privacidad pero mola mucho. Y aquí estoy, desasosegado e inquieto, a la espera de la popularidad; que se resiste. ¿Es que ya no me quiere nadie? ¿Ni siquiera tú, Miguel Ángel?