jueves. 28.03.2024

Soy lector del semanario El Jueves (la revista que sale los miércoles, que incluía antes un suplemento llamado El Viernes que llegaba a Canarias los sábados, con machanguitas que a muchos les alegraba la vista más que un domingo) desde chinijo. Después de lustros de lectura, la pasada semana me quedé sin poder ver ni por el forro (bueno, por el forro sí) el ejemplar correspondiente al ya más que afamado número 1572. Y todo porque un juez decidió que la portada atentaba contra no sé qué cosa, y decidió secuestrar lo que quedaba en los quioscos de aquella edición... para que así vieran o viesen el chiste gráfico hasta los ciegos, los que jamás habían leído la revista y hasta los que creían que ya no se publicaba. Como lector de El Jueves, y antes de El Papus (mucho más radical), ni entendí al inicio de la escandalera tamaña decisión judicial ni alcanzo todavía a verle beneficio alguno hacia quienes se pretende amparar (los miembros y miembras de la Familia Real, como si las demás fueran de mentira). Aquí la única que ha salido ganando, sobre todo desde el punto de vista publicitario, es la propia publicación satírica (y zafia, y vulgar y todo lo que se quiera). Ninguna otra portada suya había tenido antes tanta publicidad ni tanta repercusión mediática y mundial. De hecho, el titular más certero al respecto lo publicaba, horas después de consumarse el secuestro editorial, el diario El Mundo: “Del Olmo eleva a noticia mundial un chiste zafio contra la Corona”. Y eso que Guillermo, el dibujante que ha dicho que él no hizo la caricatura del hijo del rey y su santa esposa sino la de unos actores americanos que se les parece mucho, también está en plantilla en el periódico de Pedro J...

Va cargado de razón el columnista Javier Ortiz cuando escribe que lo que ha molestado a muchos es “la crítica larvada, con la excusa de la propuesta de Zapatero de subvencionar la natalidad, de la vida regalada que proporcionamos entre todos a unos personajes cuyo único mérito es haber nacido en una cama de alta alcurnia o bien haber conseguido meterse en ella con el paso de los años”. Comparto con el autor, y así lo he dejado escrito aquí en más de una ocasión, lo que llama “el bochornoso mimo con el que la prensa española ha venido tratando desde la Transición a la Monarquía juancarlista y a todos sus integrantes, lo que se ha manifestado tanto en la exageración ditirámbica de sus presuntas virtudes como en el implícito pacto de silencio con el que han descubierto sus abusos y sus pifias. (...) Lo nuevo no es el tipo de sátira, sino la personalidad del satirizado. (...) No puedo sino reparar en la naturalidad con la que casi todos los publicistas han asumido que el rey haya recibido de una empresa privada y a modo de dádiva otro barco más, una fruslería de más de un millón de euros. ¿No merece eso comentario?”. Pues sí, a mí se me ocurren varios a bote pronto, aunque ya no me va quedando espacio en la columna de hoy para reproducirlos. Otro día será, cuando hablemos del Gobierno, como dirían los desaparecidos Tip y Coll, que también y tan bien hacían humor del bueno.

Definitivamente, le salió el tiro por la culata al juez Del Olmo, cuyo remedio acabó siendo peor que la propia enfermedad. Prueba empírica de que consiguió lo contrario de lo que perseguía es que, por poner un ejemplo palmario y personal, cuando la pasada semana una periodista me adelantaba por teléfono la noticia del secuestro editorial, acabó reconociendo humildemente que “yo pensaba que El Jueves ya no se publicaba”. No les digo más. Y es lo cierto que la revista conoció épocas, directores y dibujantes mejores que los actuales, aunque todavía permanecen algunos de la vieja guardia, principalmente los que sobreviven (e incluso los muertos, como el gran Ivá) del requeteirreverente El Papus.

Según contaba este domingo el republicano Andrés Trapiello en La Vanguardia, el chinijo del rey tiene por costumbre (acaso por aquello de mantener la fama de la presunta campechanía borbónica) tratar de tú a gente a la que no conoce de nada. Ello lleva a algunos a responder con la misma confianza... y entonces son tachados de confianzudos. Siempre me saca de quicio ese otro comentario, muy habitual entre los periodistas más cortesanos, de que “Su Majestad Juan Carlos se acercó a la gente, rompiendo el protocolo”. Claro, criatura, es el único que puede romperlo. Vete a romperlo tú en ese preciso momento y ya verás lo que te acaban rompiendo a ti... ([email protected]).

Nada del otro jueves
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