jueves. 25.04.2024

1.- Los comerciantes se suelen dar un garbeo por las calles de su ciudad, "a ver las bolsas". Ellos tienen una forma muy sui generis de comprobar si la cosa está animada o si los clientes padecen la crisis con más crudeza y no compran: miran las bolsas de los viandantes. Se trata de una obviedad, pero a más bolsas, más compras. Contagiado de esa manía, como consorte de comerciante, me he dedicado, en Madrid, a mirar para las bolsas, y no las veo. Es decir, las rebajas están ahí, la gente entra en las tiendas, pero no compra. Le he preguntado a una coleguilla de Lagasca: "Oiga, ¿y cómo lo ve?". "¿Que cómo lo veo?; no lo veo; ¿o es que no se fija usted en que no hay bolsas?". Y tenía razón la señora porque aquella calle, otrora feliz, confiada y llena de alegría comercial es hoy una calle sin bolsas. Con mucha gente, pero sin bolsas. Así que me ha entrado la matraquilla y me pongo en las esquinas a acechar, a ver si son manías mías o es que no se ve una bolsa por el puto Madrid, a no ser en las boutiques de Ortega y Gasset , a donde van los "oseas" arruinados y yo creo que se llevan las bolsas viejas de casa para dar a entender que han comprado y no han comprado nada en Gucci, Vuitton y Hermés. Qué tiempos, cuando atábamos los perros con longaniza.

2.- Por otra parte, rizando el rizo, ahora dicen los que saben que hay que mantener las rebajas todo el año para que la gente consuma. Me parece bien. A mí todo lo que signifique libertad de comercio me parece bien. Cualquier regulación que se haga del comercio es una estupidez porque es imposible ponerle puertas al campo. El hombre es un ser libre y cuantas más cortapisas le pongan a su libertad, peor para el sistema. Por eso soy partidario acérrimo de las grandes superficies, de la libertad de horarios y de todo eso, incluida la apertura dominical. A mí me gusta comprar en las tiendas pequeñas y exclusivas, sobre todo cuando podía comprar, pero adoro las grandes superficies y creo que son necesarias y abaratan la cesta de la compra. Así que todo mi apoyo. En Madrid, el comercio está abierto todo el año, o casi. Hasta algunos de los almacenes de El Corte Inglés. Y es una gozada pasear por Gran Vía, por Callao, por Sol, donde te roban aunque ya te hayas ido. Yo soy más del barrio de Salamanca, pero a veces me olvido de que era un pijo -¿o todavía soy un borjamari?- y me doy una vuelta por donde está la plebe, para que me roben. Y paro en la Casa del Libro. Y eso.

3.- Umbral hizo el spleen de Madrid, yo hago crónicas más castellanas tomándome una limonada en la terraza del "Gijón", en donde se echa de menos a Manuel Aleixandre y hace tiempo que no veo a Álvaro de Luna , pegado al cristal de Recoletos. El "Gijón" es el café más caro de Madrid porque vive de las glorias; y las glorias son caras. Y las sillas son incómodas, porque soportaron culos ilustres, cuyos frenazos quedan ahí, para la historia. Los mitos son buenos para ganar dinero. Hay quienes viven de ellos con descaro. De vez en vez va por el "Gijón" Juancho (Armas Marcelo ), para hacerse saludar por los camareros y alimentar su hambriento ego. "Estudia para catedrático", le decía su padre, pero él se quedó en Lenguas Clásicas para no hablar nunca de los clásicos, que le superan. El spleen de Juancho es Vargas Llosa . Y el spleen de Vargas Llosa es García Márquez , que, como su coronel, ya no tiene quien le escriba.

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Mucha gente, pocas bolsas
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