miércoles. 24.04.2024

La última víctima mortal que terminó precipitándose por el Mirador del Río no hace mucho tenía setenta y tantos años y, según todos los indicios, no tuvo intención de suicidarse ni mucho menos. Sin embargo, son numerosos los casos de ciudadanos, en su mayoría lanzaroteños según sugiere las hemerotecas insulares de estos sucesos, que un buen día decidieron suicidarse arrojándose por bien por éste risco o el de Famara, y si no cerca de algún otro maravilloso paraje de esta Isla.

¿Por qué quitarse la vida en los pies del Risco aparte de por la claustrofóbica altura del lugar? Habrá quien haya protagonizado alguno de estos sucesos sólo cegado por la necesidad casi divina de unirse a un ser muy querido. Lo cierto es que Famara es más que un lugar alternativo y alejado del turismo. Este sitio, solitario y de amplios paisajes, se encuentra a los pies de un impresionante masivo montañoso donde no obstante hay también algunas casas dispersas. Calles aún sin asfaltar y una playa salvaje que conserva su estado original.

En concreto, y revisando los archivos referentes al capítulo de crónicas negras, en los dos últimos años el número de precipitados en el incomparable marco de Famara asciende al menos a ocho personas. Evidentemente, tras la caída todos corrieron la misma suerte; desde un joven que cayó con un todo-terreno por un acantilado a una conductora que decidió terminar con todo y arrojarse a uno de los parajes más bellos de esta tierra; de la impactante y llorada desaparición del diputado regional lanzaroteño Juan Antonio Betancort, al trágico accidente en ala delta que le costó la vida a un deportista en el Mirador de Haría.

Tal y como se plantean este tipo de suicidios -los que efectivamente lo son- eso de acabar con todo de golpe y porrazo, y hacerlo además en un escenario como el del Risco, es como si a un neoyorkino se le ocurriera la brillante idea de arrojarse desde las desaparecidas torres gemelas, a un dublinés desde el Trinity College o a un sevillano tirarse desde la Giralda. Claro que por ese caluroso sur peninsular a más de un suicida se le quitan las ganas de acabar con su vida, y más de subir y llegar asfixiado hasta lo más alto del monumento.

Bromas aparte, especial mención merece la milagrosa y oportunísima intervención del agente de la Policía Local de Teguise que evitó recientemente, a través de varias conversaciones telefónicas, otro nuevo suceso en el Risco. Higinio volvió a nacer aquel día, a pesar de no haberse unido a su hermano, a quien años atrás nadie impidió morir por el acantilado de Famara.

Esperemos no sumar nuevos episodios a esta dramática lista de desaparecidos y que cada vez que esta maravilla de sitio sea noticia lo sea por eso mismo, por lo que en sí debe representar para los lanzaroteños, un gran reclamo paisajístico y turístico sin unas trágicas connotaciones que ya pocos podrán olvidar.

Generalmente en el Risco sopla un fuerte viento procedente del Noroeste que viene directamente del mar, lo que más que a los suicidas satisface a los surfistas. Merece la pena hacer una visita Famara, porque el simple viaje en sí mismo es una maravillosa experiencia para los sentidos. ¿Será por eso por lo que muchos eligen el Risco para terminar con todo? ¿Por su paisaje montañoso junto a extensos campos de lava? Quizás se deba sólo al simple susurro del mar, que en esta zona, como todo lo demás, también es especial.

Morir en el Risco
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