viernes. 29.03.2024

[Con permiso y perdón del gran José de Espronceda, cuyo antológico poema desesperado he trocado en ripio veraniego por culpa del otro sofoco que me provoca todos los años por estas fechas el que parece ser el único asunto que nos ocupa y preocupa en Lanzarote, sabedor además de que el Cielo no me privilegió con el talento rimador de la gran Laura Campmany, cuyos romances diarios en el ABC de este verano son de antología, como el que le dedicaba días atrás a la ministra que fomenta el caos en toda España]

En pleno siglo XXI,

en su séptimo año ya,

me gusta ver el cielo

con negros nubarrones

y oír a los más melones

horrísonos bramar:

que si ganó Paca Jones,

que si perdió Marimar.

Me gusta ver la noche

sin luna y sin estrellas,

y sólo las chinijas

con su belleza iluminar.

Y en certámenes y concursos

verlas, guapísimas,

participar una vez más.

Qué felicidad.

Me agrada un cementerio

de muertos bien relleno,

manando sangre y cieno

que impida el respirar,

y allí un sepulturero

de tétrica mirada

con mano despiadada

los cráneos machacar.

Quiero ver las calaveras

de políticos y diseñadores

saltar hechas añicos,

como las ilusiones de las mozas.

Que no hay derecho, vive Dios,

a que todos los años se repita

la misma tragicomedia

con idénticos protagonistas.

Analfabetos funcionales

elevados a los altares

por el reporterismo más tolete.

Que ya tiene bemoles

darles tanta ancha cancha

a diseñadores de la nada

que tienen el gusto justo allá,

do pierde su nombre la espalda.

Que el trueno me despierte

con su ronco estampido,

y al mundo adormecido

le haga estremecer,

que rayos cada instante

caigan sobre él sin cuento,

que se hunda el firmamento

y se acabe este esperpento.

La llama de un incendio

que corra devorando

y muertos apilando

quisiera yo encender;

tostarse allí un diseñador,

volverse como tea,

y oír como chirrea.

Qué gusto, qué placer.

Allá, en sombrío monte,

solar desmantelado,

me place en sumo grado

la luna al reflejar,

moverse los marujones

con ásperos chillidos

iguales a los alaridos

que anuncian el expiar.

Me gusta que al Infierno

lleven a los mortales

y allí todos los males

les hagan padecer;

les abran las entrañas,

les rasguen los tendones,

y a los de las artimañas

los cuelguen por los...

(por donde rima).

Las voces y las risas,

el juego, las botellas,

en torno de las bellas

alegres apurar;

y en sus lascivas bocas,

con voluptuoso halago,

un beso a cada trago

alegres estampar.

Romper después las copas,

los platos, las barajas,

y abiertas las navajas,

buscando el corazón;

oír luego los brindis

mezclados con quejidos

que lanzan los bandidos

en llanto y confusión.

Me alegra ver a los dos,

al político y al diseñador,

caídos en un rincón.

Y que no vuelvan a dirigir

otro concurso de mozas.

Poco han de saber

de la femenina belleza

los que tiran por otra cosa.

([email protected]).

Miss-terios
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