jueves. 25.04.2024

1.-Un amigo editor me llamó el domingo -vuelvo a estar de moda- para preguntarme por qué no escribía mis memorias. Y es que, en gran parte, ya han sido publicadas. He escrito al menos tres libros de memorias, que titulé como "tempranas": "El Puerto de la Cruz en blanco y negro", "Canarias en las urnas: lo que nunca se supo" e "Islas de locos". "El dedo de Mustafá" es un libro autobiográfico y en él se cuenta mi experiencia como director de un periódico, en la misma entrada del siglo XXI. Y en la revista "El Burgado" fueron publicados varios capítulos de memorias, eso sí, tan deslavazadas como mi propia vida: todo lo he hecho desordenadamente. Luego no tiene sentido volver sobre lo escrito, ni intentarlo otra vez porque todo está ahí, al alcance de quien tenga los libros y haya coleccionado la revista. Y en las hemerotecas de los periódicos en los que he trabajado. Unirlo todo ya no es misión mía; yo lo conté. Si quieren averiguarlo porque tenga interés para alguien, que lo busquen.

2.-Si les digo la verdad, ahora sólo quiero divertirme. Yo ya he cumplido, les toca a otros. Todavía tengo la santa paciencia de encuadernar todo lo que escribo. ¿Para qué? No creo que mis hijas tengan demasiado interés en guardarlo; pues será para una biblioteca. Al Puerto de la Cruz le doné media biblioteca, dotada durante cincuenta años. A Garachico le entregué mi colección de postales antiguas y mi archivo fotográfico. Poco a poco me he ido desembarazando de cosas que ya no me sirven; y aun así tengo un despacho lleno de recuerdos, de papeles, de más fotos, de más libros y de testimonios de mi vida. ¿Qué hacer con todo eso, pequeñas cosas que no valen nada sino para mí?

3.-Lo mejor será echarlas a la hoguera y esparcir las cenizas de los recuerdos por el aire que respiré. Me ha costado tanto reunir objetos adquiridos por los lugares que visité. Y que no le interesan a nadie. Y que ya no los puedo describir porque los he destripado mil veces en artículos, en charlas, en conversaciones de salón, en los periódicos, en la televisión, en la radio. Me sirven los tomos de artículos para recordar qué pasó cuando inicié mi columna en este periódico hace trece, catorce años. Son tantos folios, que también son mis memorias porque los cronistas no escribimos sino de lo que nos pasa, que es lo mejor que nos sale. Y eso.

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Mis memorias
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