jueves. 28.03.2024

Por Cándido Marquesán Millán

Que ZP no es de esos políticos que se rindan ante las dificultades parece claro. Muy al contrario, ante ellas parece crecerse. Con una crisis económica en la que, de momento, no se vislumbra salida, acaba de soportar una huelga general. Ha sacado adelante los presupuestos con el apoyo del PNV y CC., que le permitirán acabar la legislatura. Y ahora pasa al ataque con una profunda remodelación del Gobierno y del organigrama del PSOE, algo que entraba dentro de lo previsible, vista la evolución negativa de las encuestas, y las no escasas voces discordantes en sus propias filas, aunque sólo haya sido Barreda entre los barones el que se ha atrevido a decir lo que pensaba: Que de no producirse un cambio radical se iba hacia el suicidio político. El dirigente castellano-manchego ha dicho lo que todo el mundo pensaba y nadie se atrevía a decir, aunque al final por presiones de la cúpula de su partido tuvo que rectificar.

Es incuestionable que ZP ha tomado la iniciativa, que parecía haberla perdido, descolocando a los dirigentes del PP, tal como acabamos de comprobar por un micrófono abierto que les ha traicionado. No les ha sentado bien a los populares. Este Gobierno supone poner en práctica aquellas palabras que dijo Felipe González: Cuando las cosas van mal, militancia pura y dura.

Ha asumido un papel destacado Rubalcaba, como vicepresidente primero, portavoz del Gobierno, además de mantenerse en el Ministerio del Interior. Es un auténtico animal político. Si hay alguien capaz de reinyectar fuerza e ilusión a un Gobierno en horas bajas, como también para transmitir y convencer de sus decisiones políticas a la ciudadanía este es Rubalcaba. Mas, mucho tendrá que esforzarse para vendernos la conveniencia y la inevitabilidad de los ajustes y de las diferentes reformas, que tantos sacrificios nos está costando a los de siempre. Su permanencia en Interior tiene su lógica por razones obvias. Cambiarán secretarios generales del PSOE, cambiarán jefes de Gobierno socialistas, mas el que siempre permanece es Rubalcaba, que sabe estar en el sitio y el momento oportunos, lo que no deja de tener su mérito. Tiene palabra fácil y capacidad negociadora, sabiendo administrar la dureza o la moderación según el momento. De verdad, que Soraya y Mariano deberían empezar a estar preocupados en los cuerpo a cuerpo parlamentarios. Rubalcaba no es Maria Teresa.

Por otro lado, la jugada ha sido maestra. Si se produce la recuperación de la economía en el tiempo que queda de legislatura, ZP podrá volver a presentarse de nuevo. De no ser así, podrá marcharse con el bagaje de todo un repertorio de reformas hechas y ceder el paso a Rubalcaba.

Resulta también muy interesante la incorporación de Ramón Jáuregui en el Ministerio de la Presidencia, con gran experiencia política, y con gran capacidad dialéctica, pudiendo suplir a Rubalcaba en la portavocía. A su vez dada su pertenencia a Cristianos por el Socialismo podrá mantener unas buenas relaciones con la Iglesia, lo que tampoco viene nada mal. Su conocimiento de la política vasca también es importante.

Las presencias de Rosa Aguilar en el Ministerio Medio Ambiente y de Valeriano Gómez en la cartera de Trabajo cabe entenderlas como un guiño a la izquierda, dadas sus trayectorias políticas. Obviamente a quien le espera una tarea más complicada es a Gómez, ya que deberá abrir cauces para el diálogo social. No obstante, si permanece inalterable el guión de poco servirá el cambio de actores.

En cuanto a los nuevos puestos de Trinidad Jiménez y de Leire Pajín parecen un pago por los servicios prestados y por su fidelidad incondicional a su jefe. Por otra parte, resulta sorprendente que Trinidad después de ser derrotada en las primarias de Madrid, como premio sea elevada al Ministerio de Asuntos Exteriores. Políticamente son los cambios más intrascendentes.

La eliminación de los Ministerios de Igualdad y de Vivienda significa un intento ejemplarizante de austeridad en momentos de crisis, aunque es más un brindis al sol, ya que además de transformarlos en Secretarías de Estado, no va a suponer un ahorro significativo.

Quizás la mayor sorpresa haya sido el nombramiento como nuevo secretario general de Organización del PSOE del aragonés Marcelino Iglesias. Mas encaja perfectamente con las palabras de Felipe González expuestas al principio de estas líneas. Es un hombre totalmente disciplinado. No ha mostrado discrepancias con la cúpula dirigente de su partido, como han hecho otros barones. Transmite tranquilidad y equilibrio, por lo que puede templar, encauzar y cohesionar las voces discordantes en el PSOE nacional. Tarea que ya realizó con éxito en el PSOE aragonés aquejado de sempiternas y durísimas luchas intestinas. También es cierto que esa labor es menos complicada gobernando que estando en la oposición. El reciente nombramiento de Iglesias tendrá lógicamente su incidencia en las próximas elecciones a nivel autonómico. Los socialistas aragoneses, encabezados por Eva Almunia, parece claro que saldrán beneficiados. Así lo da a entender cierto nerviosismo de los populares, encabezados por Luisa Fernanda Rudi.

El que un aragonés pase a desempeñar un cargo tan importante en el organigrama de una partido gubernamental a nivel estatal, probablemente el más importante en los últimos 100 años, en buena lógica a todos los aragoneses nos debería agradar, o por lo menos no molestar demasiado, ya que siempre nos hemos quejado amargamente de tener poco peso en Madrid. Y ahora que lo tenemos, por lo que estamos constatando, los partidos políticos de la oposición en Aragón, muy contentos, lo que se dice muy contentos, no parecen estar.

Militancia pura y dura
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