sábado. 20.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Perdonen que hable de mi familia. Hoy es inevitable. Mi tía Helga y mi prima Maite saben que una de las personas que más influyó en mi juventud (estaba muy próximo a él) fue mi tío Miguel Sotomayor . ¿Por qué? No lo sé. Mi tío era un vacilón, pero al mismo tiempo un hombre muy recto, íntegro, una persona decente. Había sido alférez provisional en la guerra y ascendió a teniente por méritos. Permaneció una temporada en el Ejército y luego se fue a trabajar en el Ayuntamiento del Puerto de la Cruz, donde había obtenido plaza de funcionario. Isidoro Luz , su amigo más admirado, a la sazón alcalde, lo hizo jefe de Policía. Nadie quería aceptar el cargo y él lo hizo. No era difícil mantener la paz en el Puerto en aquellos momentos. Ya he contado aquí el incidente con Antoñito Ruiz cuando se quemó un empaquetado, no me acuerdo ahora si el de Verdugo o el de los Betancores. Mi tío se jugaba la vida apagando el fuego y el intelectual preguntó: "¿Dónde está el imbécil del jefe de Policía?". Mi tío Miguel, chamuscado, sudoroso, con las gafas ahumadas, pasaba a su lado. Estaba agotado. Y le contestó con una piña: "¡Aquí, aquí estoy!, le dijo mientras el otro caía como un saco. Una vez, durante la guerra, mi padre, soldado raso, se cuadró delante de él, que ya era teniente. Estaba rodeado de altos mandos del Ejército: "A sus órdenes, mi teniente", le dijo mi padre, su cuñado y su íntimo amigo. La respuesta fue contundente: "Vete al carajo".

2.- Mi tío Miguel, que trabajó por el Puerto como nadie, en la época de su resurgir, sin llevarse un duro al bolsillo, desde su puesto de funcionario primero y luego con su hermano José Manuel , un gran promotor y constructor, no tiene una calle en la ciudad. Ni José Manuel tampoco. Yo he titulado este artículo como la película de Jacques Tati : "Mi tío". Como el protagonista de Tati, Miguel era un hombre sencillo y bueno, al que un aneurisma cerebral tumbó cuando tantas cosas le quedaban por hacer. Entre otras, ver crecer a sus nietos Natalie, Alejandro y Michael . Yo, por algunas cosas, tengo una deuda con esa familia, mi familia: por su bondad, por su rectitud y por su solvencia moral. Por eso reclamo para los dos hermanos un reconocimiento de la ciudad, un gesto. Yo sé que en una corporación de izquierdas es difícil que se premie a personas de derechas. Pero apelo a la imparcialidad de los gobernantes y a su condición de portuenses deseosos de recordar a quienes lo merecen. Nadie puede decir nada de mis tíos. Y, fíjense, otra anécdota. Cuando visitó Churchill el Puerto de la Cruz, me parece que en el 59 del siglo pasado, para que aparcaran los coches que le acompañaban, José Manuel Sotomayor, que hacía obras en la zona, derribó un pequeño muro del fortín de San Telmo. Su hermano montó en cólera y se lo hizo levantar de nuevo a su costa. Y le reconvino muy severamente.

3.- Pero casi nadie se acuerda de los muertos. Mi tío Miguel sufrió mucho con su enfermedad, que le dificultaba mucho la vida. Siempre fue atendido con extremo mimo y cuidado por Helga Morgensten, su esposa, a quien le envío un fuerte abrazo. Ella sabe por qué. Esta es una crónica reivindicativa de un homenaje, un reconocimiento, un detalle, un recuerdo. Yo no soy muy dado a los usos sociales, acudo a pocas fiestas, no voy a casi ninguna parte. Me fatiga mucho todo esto y en tantas ocasiones he sido despegado para la familia. He vivido tanto que -de una manera injusta- le doy poca importancia a estas cosas. Mi madre, que tiene 87 años, se queja de que la visito poco. Mi madre adoraba a Miguel y a José Manuel Sotomayor. Hablo de ellos y parece que los estoy viendo, vacilando contra mi osadía infantil y juvenil, cuando me pegaba a ellos para aprender más y más. Y vaya que si aprendí. Un abrazo, Helga, Maite, chicos.

[email protected]

Mi tío
Comentarios