viernes. 19.04.2024

Por Miguel Ángel de León

La comisión para la investigación de Inalsa, como nos cansamos de advertir inútilmente todos los que sabíamos de antemano de ese enésimo paripé consistente en hacer como que se hace (que si al menos nos saliera gratis igual tendría un pase y un motivo para crearla), no ha terminado investigando nada. ¡Fíjate tú! Tamaña sorpresa. La única conclusión en cuanto a las posibles irregularidades políticas o directivas cometidas en el antiguo Consorcio del Agua es que nadie ha sido responsable de nada. Píquemelo usted menudito, cristiano, que lo quiero para la cachimba. Para tan corto baile no hacía falta tanta alforja. Y por si era poco el dinero de todos los conejeros que se ha ido por el inmenso desagüe de Inalsa, encima añadimos el postre de las comisiones por asistencia a los consejeros metidos a pésimos imitadores de “Colombo”. ¿Hay culpables? Sí, usted que los ha votado y los va a volver a votar es uno de ellos...

Y ahora viene la inauguración de la ampliación del Cabildo nuevo. Me llega la invitación para el fastuoso acto por persona interpuesta, aunque ya le he agradecido a la amable mujer el gesto y le he sugerido que se busque a otro acompañante. De pocas cosas me siento tan humildemente orgulloso como de no haber pisado jamás una institución pública lanzaroteña (ni fuereña, puestos a contarlo todo). No he estado/entrado jamás en ninguno de los siete ayuntamientos de esta pobre islita rica sin gobierno conocido (sólo dos veces en el de San Bartolomé, sí, pero las dos a la fuerza: la primera para medirme para soldado, allá en el pleistoceno cuando existía el servicio militar, y la segunda para ejercer como vocal -o consonante, tampoco lo recuerdo bien- en una mesa electoral, y ni siquiera así ejercí eso que llaman el sagrado derecho a votar, ese inmenso camelo que es inversamente proporcional al nulo derecho a decidir). Otrosí y otro tanto digo del Cabildo: ni en el viejo ni en el nuevo he puesto jamás el pie, y espero morirme sin hacerlo. Llámalo manía, si quieres. O fobia a ver con mis propios ojos lo que ya intuyo sobre cómo se tira el dinero de todos. Que con su pan se lo coman... hasta que se atraganten.

Y a todas éstas ya estamos en el mayo de desmayo, que arranca con el Día Mundial del Trabajador (aunque esté en huelga), sigue con el Día Internacional de la Libertad de Prensa o Expresión (que tampoco es mal chiste, a fe mía), y nos trae también, allá por sus postrimerías, el Día de Canarias, que tampoco es efeméride chica ni manca, pues tiene tanta o más trascendencia mundial que ninguna otra (no se me ría nadie; un respetito ahí). Eso por no hablar, por supuesto y por descontado, de las elecciones loca-les del 27, de las que no sé si tendrá el lector alguna noticia, teniendo en cuenta que la precampaña está pasando cuasi desapercibida, si ustedes se fijan bien.

Todo ese (mal) estado de cosas que hemos citado aquí muy de pasada lo resume y lo condensa el conejero viejo de islita adentro con tres palabras: “Mejor tuvieran vergüenza...”. Pero no la van a tener porque ni siquiera intuyen qué cosa es esa. Míralos bien: se les nota en la cara. ([email protected]).

Mejor tuvieran vergüenza
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