jueves. 28.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- No hace falta ser muy listo para concluir que Maradona es un merlo. Es decir, que sus declaraciones ante los periodistas llamándolos putos y pidiéndoles que chuparan su miembro viril no se le ocurren sino a un tipo volado, fumado o medio loco. Es posible que el Pelusa tenga algo de las tres cosas, pero da igual. Ha conseguido que hablen todavía más de él. En Argentina, Maradona es como una religión. Cuando dice una patujada la gente se priva. Los argentinos tienen generalmente muy poco que hacer y mucho cuento y les encantan los mitos. Para ellos Maradona es el mito máximo, como para los brasileños fue Pelé , en su día, o para nosotros sigue siendo Di Stéfano . La drogodependencia de Diego Armando, sus engordes y desinfles y sus imbecilidades convenientemente filtradas a la prensa motivan mucho a los porteños, sobre todo. El hombre del jopo no tiene tino y la FIFA anda tras de él por hinchabolas, hinchaguindas e hinchapelotas, que en lunfo significan exactamente la misma cosa: un pollaboba. Pero este colibrillo no tiene remedio. Ni siquiera se arrepiente de su metejón, llevado a sus últimos extremos.

2.- Al fútbol no le quedaba otra cosa que oír a Maradona meterse con la prensa. No porque no esté en su derecho, que sí lo está; no porque los periodistas seamos en tantas ocasiones unos belinunes, que lo somos; pero el Pelusa se fue de madre y se endilgó un cante que ni el pájaro espino. Mandar a la prensa a tomar por pertuso, o lo otro, no es propio del seleccionador de Argentina, aunque se acordarán ustedes de aquello de "pisálo, pisálo" del otro cerebro, Bilardo , en Sevilla, animando al suyo a que pisoteara al rival. Vergüenza de dirigentes deportivos; algunos deberían estar en una mazmorra.

3.- El fútbol debería ser para personas educadas y no para estos payasos que lo que hacen es restarle esencias a un deporte al que todo el mundo llama "rey", porque lo es. Pero entre tanta monarquía asistimos algunas veces a esperpentos impresentables, como el del Pelusa del otro día o como el del árbitro internacional suizo, Busaka, quien no se sabe si víctima de un pedal morrocotudo o de un yeyo transitorio, sacó la chorra y se puso a mear en pleno campo de fútbol y en pleno partido en los Emiratos Árabes. Los espectadores no daban crédito a lo que estaban viendo; lo salvó que las señoras en esos países no van al fútbol porque con los harenes en la efervescencia de la escasez, a Busaka no le habría quedado nada del tolete. En fin, señoras y señores, que ni en los campos de balompié puede uno librarse de los shows de los protagonistas. Maradona cometió su chambonada y ahora lo busca la FIFA. Para colocarle dos banderillas negras en la chepa.

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