jueves. 18.04.2024

“No sé porqué lo dije, estaba muy nervioso. Tenía miedo de lo que me pudiera pasar en la calle”. “No sé lo que estaban haciendo, porque no se veía bien”. Así justificó el cambio en su declaración uno de los testigos oculares de los hechos acaecidos el 7 de abril de 2006. A. tiene hoy los 18 años cumplidos, pero era menor en el momento de los primeros interrogatorios a los que fue sometido en la comandancia de la Guardia Civil de Playa Blanca y en los juzgados de Arrecife, en este último caso semanas después de lo sucedido. Los mismos argumentos ofreció el otro testigo presencial, un menor de 13 años, que incluso llegó a decir no recordar nada del día de los hechos. Fue el cambio en la declaración de este menor, en otoño de 2006, lo que llevó al juez a liberar a J.A.S.C. de la prisión preventiva. El imputado permaneció encarcelado por esta causa desde el 10 de abril de 2006 hasta el 12 de diciembre del mismo año, fecha en la que se acordó su libertad provisional con orden de alejamiento y comunicación respecto a la menor.

Los hechos

Según describe la Fiscalía en la calificación del sumario y según los testimonios prestados este miércoles ante la Audiencia Provincial, el acusado, mayor de edad y sin antecedentes penales antes del hecho en cuestión, entre las 17:00 y las 18:00 horas del 7 de abril de 2006, con ánimo de obtener un ilícito goce sexual, abordó a una menor, de 3 años de edad, y tras llevarla bajo un puente situado en la calle La Lapa de Playa Blanca, se bajó los pantalones hasta la altura de la rodilla y colocando a la menor entre sus piernas, sujetándole la cabeza y dirigiéndola hacia sus genitales, la obligó a practicarle una felación, que no es otra cosa que la excitación del pene con la boca. Estos hechos constituyen un delito de agresión sexual, tipificado en el Código Penal.

Al parecer, la propia menor relató lo sucedido a su padre cuando llegó a casa. Con palabras sueltas y gestos inequívocos, dio a entender que su “titi”, como solía llamar al presunto agresor, la obligó a chuparle “la picha”.

Por estos hechos, y aún a pesar del cambio en la declaración de los testigos oculares, la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC) pide 14 años de prisión para el acusado y la prohibición de comunicación por medio alguno y aproximación a la niña en un radio de 1.000 metros por un periodo de 10 años.

Los testigos oculares

Tras la denuncia de la familia de la pequeña de tres años, la Guardia Civil tardó casi tres días en localizar a los dos menores que presenciaron los hechos. En su primera declaración en la Comandancia de Playa Blanca y en los Juzgados, los dos chicos aseguraron haber visto al acusado con los pantalones bajados hasta las rodillas y la cabeza de la niña entre sus piernas. Textualmente, uno de los menores declaró ante el juez haber presenciado a la niña “chuparle el pene” al supuesto agresor.

En el transcurso del juicio, este miércoles, los dos testigos se retractaron de su declaración inicial. Insistieron además que en su momento acusaron a J.A.S.C. “por miedo a la familia de la niña”. Ni la propia jueza de la Audiencia Provincial pareció entender porqué entonces tardaron tanto tiempo en cambiar su versión, y porqué declararon en contra del imputado si no había sucedido nada relevante bajo el puente. Así se deduce de las preguntas de la magistrada a la hora de interrogar personalmente a los testigos.

Coacción

De coacción se habló en el juicio, pero no precisamente por parte de la familia de la niña. La madre de J.A.S.C., A.C.R., reconoció haber acudido varias veces al domicilio de la madre de uno de los testigos “para pedirle que su hijo dijera la verdad”. Lo corroboró la propia madre del menor, M.F.M, que el 18 de octubre de 2006 firmó un documento en el despacho del abogado de la defensa en el que daba fe de que su hijo no vio nada. A los magistrados les sorprendió que la madre llevara a su hijo a declarar al despacho del abogado “sin tener la obligación de hacerlo”. Ante el requerimiento de que explicara su proceder, M.F.M. dijo que le pareció “normal”, y que lo único que quiere “es que todo esto se acabe”.

El Ministerio Fiscal tomó nota de la posible coacción por parte de la familia del imputado a la hora de mantener la acusación y la petición de la condena.

Incoherencias

Las familias del presunto pederasta y de la víctima son vecinos de la misma calle. Y hasta el día de lo sucedido eran amigos. Aquel día el acusado estaba jugando frente a las casas de ambas familias con su hijo, su sobrina y la pequeña de tres años. Según J.A.S.C., en un momento dado se fue hacia un puente al final de la calle para “orinar”, y también para recolectar un ramo de flores silvestres junto a la presunta víctima. En este punto coinciden todos los testigos, incluido el propio imputado. Y aquí empiezan las incoherencias. Según el testimonio por videoconferencia de la madre del presunto pederasta, ella, desde la puerta de su casa, no perdió en ningún momento de vista a la pequeña, mientras su hijo iba a orinar “detrás de una palmera”. Lo mismo cuenta el acusado. Sin embargo, uno de los agentes de la Guardia Civil que realizó la inspección ocular del lugar de los hechos señaló que el puente se encuentra al menos a cien metros del domicilio de la familia, y que de ninguna manera una niña de tres años pudo llegar sola hasta el túnel. Cien metros no es una distancia desde la que se pueda controlar a una niña “en todo momento”.

Los dos testigos oculares se encontraban en el momento de los hechos arreglando una bicicleta “al otro lado del puente”. A las preguntas del fiscal, los dos menores aseguraron haber visto a J.A.S.C. “solo con la niña”, sin nadie a su alrededor. De hecho, apoyando de esta manera el testimonio del padre de la víctima, los dos chicos vieron cómo se acercaba al puente la sobrina del imputado, para enseguida volverse con su abuela. Según el padre de la niña supuestamente agredida, la sobrina del acusado fue llorando a su casa para decirle que su tío la había echado.

El informe de la psicóloga forense

Uno de los testimonios fundamentales para la Fiscalía, aunque no concluyente para la defensa, lo hizo la psicóloga forense que entrevistó a la pequeña y a su madre. En el juicio declaró haber encontrado “indicios de que la niña fue víctima de abusos sexuales”. Asimismo, tras hacer las preguntas pertinentes a la progenitora de la menor, T.M., concluyó no encontrar “motivación aparente en la madre para mentir”.

Los testigos oculares cambian su declaración inicial contra el supuesto agresor sexual
Comentarios