viernes. 19.04.2024

Por Andrés Chaves

1.- Ahora, en nuestros días, en cada programa de televisión de esos que llaman reality shows, aparece un enano. Ocurrió en Gran Hermano, donde armaba unos líos monstruosos una tal Almudena , que saltó de la caja de un supermercado a la televisión. Antes, en la edición del pasado año de la isla de los famosos esa, Joselito , el viejo/niño de la voz de oro, que debe de tener la misma edad del Capitán Trueno , era picado ferozmente por los mosquitos y perseguido con saña por las cámaras, ejerciendo de bufón del programa. Y últimamente le toca el turno a un tal Juanito el Golosina , enano también, cuyo mérito más principal ha sido operarse la cara varias veces para parecerse a Lola Flores . Verlo tirarse del helicóptero, a metro y medio de altura, despertó la hilaridad de los millones de seguidores del espacio televisivo, en un país de papanatas; incluido yo mismo. Quizá con esto de la crisis a uno le viene bien echarse unas risas. Y con la ristra de enanos que se nos presenta, bufones modernos de la vieja España, pues uno lo pasa bien.

2.- Más atrás, otro enano, el señor Galindo , se convirtió en la estrella de aquel programa de Javier Sar dá , quien destapó uno de los primeros tarros de las esencias del drama televisivo español, aportando cantidad de frikies a la pequeña pantalla, ante el entusiasmo de sus espectadores. Lo que pasa es que esos enanos se van de nuestras vidas tan pronto como vienen y ya casi nadie se acuerda de ellos, con la excepción de Juanito el Golosina, que bufonea ahora en una isla de Honduras y que cada vez que se cae de culo origina un debate nacional. Honduras es aquel país citado por Trillo , cuando mandó firme a la tropa y darle un viva, ignorando que la cosa iba por El Salvador. Se veía que el ministro de Defensa de entonces no se había estudiado Centroamérica en la escuela. Cosas que pasan.

3.- Desde la leche en polvo y la ayuda americana apenas sí existen enanos; si acaso, los de La Palma, que son de cartón. No es que yo me burle de quien lo sea, que allá él, sino que es la televisión la que los coloca entre sus rayas de colores para que los demás nos divirtamos. Y ellos acceden. O sea, que es una actuación bufa consentida, porque ni Joselito ni el Golosina tienen fuelle para aguantar la legión de mosquitos hondureños, capaces de devorarlos en una hora. En fin, seguiremos atentos a la pantalla, a falta de algo mejor que hacer.

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Los enanos
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