jueves. 18.04.2024

Por Luis Medina González

Si ha servido para algo la elección del nuevo Papa, Benedicto XVI, “Razinguer Z” como le llaman unos, “Veredicto culpable” como le llaman otros, es para enterarnos de un sinfín de cosas interesantes. Por ejemplo, hemos aprendido en estos meses que lo correcto no es decir “Benedicto decimosexto”, sino “Benedicto dieciséis”, puesto que la norma del lenguaje castellano especifica que para nombrar a los papas, como a los reyes, se utiliza el número ordinal (primero, segundo, tercero) sólo hasta el décimo, y a partir de ahí se emplea el número cardinal (once, doce, trece)... A pesar de la claridad de la regla, seguiremos asistiendo al rosario de periodistas que por desconocimiento o desinformación se empeñarán en denominar a Joseph Ratzinguer como “Benedicto decimosexto”, cosa que por otro lado uno encuentra comprensible, porque hoy por hoy escasea el buen uso de la lengua castellana, del español, por infinidad de cuestiones que ahora no vienen al caso.

Con la elección del nuevo Papa nos hemos enterado de que hay muchos más católicos de los que uno pensaba. Estaba convencido de que la gente pasaba olímpicamente de la Iglesia y de sus problemas, cuando no es así. Resulta que hasta el ateo más ateo entre los ateos -¡si Marx levantara la cabeza!-, gente que no ha pisado una iglesia después de que sus padres les obligaran a hacer la primera comunión, se metieron de lleno en el debate sobre la conveniencia o no de que este alemán hitleriano a la fuerza se convierta en Sumo Pontífice. Y digo yo, ¿qué más le da a todos esos descreídos que sea un cardenal u otro el que dirija el catolicismo, en qué afecta a sus vidas que el nuevo Papa sea más duro de mollera que el basalto, qué más les da que esté en contra del divorcio, de la píldora del día después, del preservativo o de que el Barcelona sea campeón de liga? Sólo sé que no sé nada de lo que está pasando y que no tengo respuesta a estas sencillas preguntas, porque puedo jurar y juro que he escuchado a más de uno, más de dos y más de tres cuestionadores de los métodos eclesiásticos defender con vehemencia una u otra posible candidatura. “Era mejor un papa sudamericano. Era mejor uno español. A mí, mientras no sea negro”... ¿Pero esto qué es?

Con la elección del nuevo Papa hemos asistido al cambio sustancial que hemos dado en los últimos veinte años, un cambio que se percibe fundamentalmente a través de las nuevas tecnologías. No me negarás que habría que dar un premio a los que organizaron el funeral del bueno de Juan Pablo II, que de la noche a la mañana ha pasado de ser un Papa cuestionado por muchos a un santo alabado por todos. La retransmisión televisiva, la puesta en escena, la información ofrecida a través de los conductos oficiales, los documentos colgados en Internet, todo ha estado medido al milímetro, hasta el punto de que insisto en que ha supuesto el resurgir de un fervor católico que muchos creíamos prácticamente extinguido.

Con la elección del nuevo Papa nos hemos enterado también de que es posible que vuelvan los tiempos remotos en los que se comía el coco a los ciudadanos con historias macabeas que cualquier ciudadano del siglo XXI con la cabeza bien amueblada difícilmente puede creer. Se volverá a cometer el error de entremezclar el Viejo con el Nuevo Testamento, haciendo que los cristianos, que para mí poco tienen que ver con los católicos, escuchen cosas como que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, hizo a Adán y Eva, quienes tuvieron como hijos a Caín y Abel y a otros cuantos más que casi nadie conoce. Si Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, como diría mi sabio compañero del cole Adolfo Rementería, el empollón del curso del 78, ¿qué ocurre con la Teoría de la Evolución de Charles Darwin?; si Caín y Abel fueron los descendientes del primer hombre y de la primera mujer sin ombligo, ¿cómo diantres se perpetuó la especie, finalmente se terminó consumando un innumerable rosario de incestos entre los supuestos 33 hijos y 23 hijas que el Génesis nos cuenta que llegaron a tener?

Digan lo que digan los muchos críticos que ahora son y están, la elección del nuevo Papa nos ha traído un montón de cosas buenas, nos ha permitido entrar de lleno en una especie de reflexión colectiva, mundana y continuada, en un ejercicio muy interesante que consiste en replantearnos nuevamente nuestra fe, nuestras creencias y nuestro lugar en el mundo.

Lo que nos ha enseñado el nuevo Papa
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