jueves. 25.04.2024

Sospecho que la sultana Aixa no militaba en el PSOE ni sabía nada de corrección política cuando le dijo lo que dice la leyenda que le dijo a su hijo, el último rey moro de Granada destronado: “Llora como mujer lo que no supiste defender como hombre”. La escuchan ahora la Pajín o la Mararía y me la abofetean a cuatro manos. Las mentiras políticas hay que mantenerlas, caiga quien caiga (véase la matraquilla del PSOE con ese pleonasmo de la “memoria histórica”). Pero hay más mentiras que ocultan verdades evidentes. Pemán, otro facha, decía que hay una cosa que les gusta a casi todos los hombres y que casi ninguno confiesa: las mujeres gordas. No se lo cuenten a nadie, y mucho menos a las mujeres que tienen a la moda, la gran trola convertida en negocio mayúsculo, como dogma de fe.

En Lanzarote y en Canarias, las dos fuerzas (es un decir) políticas perdedoras de las elecciones del 20-N fueron las mismas que todavía gobiernan (es otro decir) en el Ejecutivo regional: CC-PSOE. Y el caso de Coalición Canaria es especialmente llamativo, hasta el punto que ya vuelven a oírse las mismas excusas e idénticos lugares comunes sobre la unificación del nacionalismo, la refundación y otras naderías verbales que ya sabemos de antemano que se quedarán en nada. Lo llaman autoengaño. Y los que se reclaman nacionalistas son muy dados a eso, como es triste fama.

“El que no se sienta nacionalista no tiene derecho a vivir”. Lo dijo años atrás, tal cual (las hemerotecas no me dejarán por mentiroso), un lince que responde al nombre de Xabier Maqueda, senador del Partido Nacionalista Vasco (PNV para los amigos y demás personas piadosas, que no parece que sea su caso). O sea, un nacionalista moderado, según se definen ellos mismos, aunque tamaña pretensión es un imposible, un “contradictio in terminis” (contradicción en los términos): ser nacionalista moderado es tanto como estar sólo un poquito embarazada, un suponer. No quiero ni pensar lo que dirán o pensarán –si es que piensan algo- los nacionalistas inmoderados.

Un ilustre paisano del mencionado Xabier Maqueda dejó dicho, con muchísima más altura intelectual que el orador orate, que “amo demasiado a mi país (vasco) como para ser nacionalista”. Y otro vasco no menos ilustre e ilustrado que el que más, el valiente filósofo Fernando Savater, tiene muy bien escrito que “el orgullo de los que se vanaglorian de nacer en un lugar es un mérito que comparten con muchos caracoles y varias clases de hongos”.

Al respecto de aquella burrada o rebuzno del senador peneuvista, el que mejor la analizó en su momento, sin andarse por las ramas como el mono del cuento, fue el joven columnista David Torres, en un excelente artículo publicado en el diario El Mundo y dedicado a esa misma frase que soltó en Mallorca el mameluco de marras, que a su juicio “es sin duda la más terrible que se haya pronunciado jamás en Europa. Ni Hitler ni Stalin se atrevieron jamás a decir semejante salvajada, al menos en voz alta. Por mucho menos que eso, en Austria hay gente calentando el camastro de una cárcel. Queda demostrado que la raíz cuadrada de N, en PNV, es nazi”. Ah, amigo, el nazi-onalismo. Cuánta animalidad, cuánta guerra y cuánta sangre se va a seguir derramando todavía en su nombre…

Concluía David Torres que, “como no hay forma humana de entender que semejante afirmación haya brotado de la boca de un senador (un senador, nada menos, prefigurando un futuro asesino de masas), mejor pensar que se trata de un mutante”. Con estos bueyes hay que arar. Para que después llamen exagerado al filósofo Gabriel Albiac cuando repite, de tarde en tarde, que él no conoce a nadie más tonto que a un nacionalista. Ni más peligroso, visto lo visto. La ignorancia sigue siendo muy atrevida, ayer como hoy, y previsiblemente como mañana.

Es palabra de Mario Vargas Llosa: “El nacionalismo es la cultura de los incultos, una entelequia ideológica construida de manera tan obtusa y primaria como el racismo, que hace de la pertenencia a una abstracción colectiva –la nación- el valor supremo y la credencial privilegiada de un individuo”.

Por si alguien cree que el peruano habla de oídas o de algo que no conoce, otro novelista mucho más viejo que él y que conoce como pocos el País Vasco, Ramiro Pinilla, el celebrado autor de “Verdes valles, colinas rojas”, también lo dejaba más que claro en una reciente entrevista: “El nacionalismo es una fe que cierra las puertas a la razón. El nacionalista vive en una contradicción y es insolidario”.

En caso de dudas al respecto de esas sabias sentencias de otros tantos escritores o filósofos, repásese no más la mencionada frase del senador del PNV, a ver si encuentran por dónde cogerla… y si la cogen, tírenla después a la basura o vayan a enterrarla muy hondo, más lejos que cerca, porque consta que es contaminante. Mucho cuidado con eso.

Llora como mujer lo que no defendiste como hombre
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