viernes. 29.03.2024

Por Andrés Chaves

1.- Al fin y al cabo, las esencias llegan de Oriente. Mohamed Osman vino de allí, como un mago del color. Pero él nació en Egipto por un error natural, cuando su patria era el Norte de Tenerife, ese Norte invencible que ha colmado su corazón y el de su familia. Sus lienzos pertenecen a nuestra luz, a nuestra espuma, a nuestras escarpas, a las veredas encantadas de una tierra que surgió por un milagro: de la entraña de una cadena de volcanes, que fueron sus padres. De ahí brotaron los dragos, las retamas, las palmeras que guardan los secretos de la gente de ese Norte; del Norte de Osman. De mi amigo el pintor. No sé a dónde se asomó para sacar a Masca todo su color, ni por qué se introdujo en San Juan de la Rambla, donde quedan callejones de piedra y albardas. Captó las palomas desde un ventanillo de San Telmo y desenfocó la cúpula de la Peña de Francia desde la distancia de la ermita, probablemente aludiendo a una paz lejana. Logró el grito del hombre abatido por la guerra en sus tierras de Oriente, hizo un canto a la paz con asnos caminando sobre suelos azules y clamores de batallas. En el estudio de Osman vi un cuadro dedicado al chico que se le fue una noche; a su hijo: "Espero que tu regreso a Dios haya sido una experiencia de paz y alegría", escribió el padre. En su casa se respira paz. Susan y sus hijos arropan al pintor, que saca su rejo de arquitecto cuando imagina las cosas como fueron: esa casa, hoy solitaria, en San Pablo, La Orotava, en un paraje que tuvo que existir así, tan hermoso como Osman lo imaginó y lo plasma en un cuadro. Y su autorretrato es espléndidamente reflexivo.

2.- En mis paredes cuelgan dos cuadros de Osman. Una balconada sobre la Punta del Viento portuense, que trae ruidos leves y pasos de frailes del antiguo convento de Santo Domingo, regalo de mi amigo Juan del Castillo . Y la casa de mis abuelos en la Plaza del Charco, con el Taoro recién quemado asomado a una baranda de Montaña Miseria, que el pintor tuvo la amabilidad de crear para mí, recuerdo eterno de aquel paraje de mi infancia y juventud. Ahora, en el Liceo de la Villa, tenemos la oportunidad de contemplar una muestra excepcional, madura, elocuente, redonda. Los hombres, los animales y el paisaje. Nunca faltan ni magos ni palomas porque Osman es también artista de romerías y balcones, de cintas y de campanillas, de vendimias y de calles pinas y alegres, de cortejos multicolores. Todo ello conforma nuestro folklore, tan ligado a ese Norte que él canta y capta en esta muestra singular de su arte.

3.- No es fácil que ustedes, por el sólo hecho de leerme, tengan una idea de esta muestra. Es preciso que la vean detenidamente. El arte de la pintura es tarea imposible para los críticos; y, en todo caso, yo ni siquiera lo soy. Osman moja sus pinceles en el corazón y los proyecta sobre paisajes conocidos, más otros que rescata de las aristas del pasado, que siempre fue mejor.

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Las esencias de Osman
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