viernes. 19.04.2024

Estamos sometidos a un auténtico y asfixiante bombardeo mediático sobre las próximas elecciones generales del 20-D. Un día y otro también los diferentes medios de comunicación nos obsequian con encuestas electorales. Seguirlas solo está al alcance de una persona paciente. Otro tema es de los debates entre los principales candidatos. Que si va Rajoy o Soraya Sáenz de Santamaría en representación del PP a enfrentarse a Sánchez, Rivera o Iglesias. Y que más da. Mientras se habla de esta cuestión no se habla de los problemas que acucian a la población española, que tampoco hace falta repetirlos, al ser conocidos por todos. Luego llega la presentación de los diferentes programas electorales, que, por cierto, tampoco merece la pena leerlos por ser irrelevantes. No sirven para nada. Veámoslo. Podemos examinar el presentado por ZP en las elecciones del 2008 y compararlo con las políticas puestas en práctica. Ni reforma laboral, ni de las pensiones, ni del sistema financiero, ni de la negociación colectiva aparecían en sus propuestas. Ni muchísimo menos la ideología política que hay detrás. Como tampoco el durísimo plan de ajuste fiscal de mayo de 2010, que fue un auténtico atropello a amplios sectores de la sociedad, que, por cierto, no son los privilegiados. Ni tampoco el proyecto de reforma constitucional del establecimiento de un tope al gasto público. Lo ocurrido fue un fraude electoral. Y si nos fijamos en el programa del PP para las elecciones del 20-N del 2011, podemos comprobar que se incumplió completamente. Y mientras no se demuestre lo contrario, no existen razones tras el 20-D para que cambie la situación y que el programa electoral del partido o partidos políticos vencedores vaya a ser aplicado. Considero que todo lo que rodea estas elecciones es un circo. No sirven para nada. Y no sirven para nada, porque gane quien gane, las grandes líneas políticas están marcadas a sangre y fuego, desde las instituciones de la UE, que como sabemos siguen a rajatabla las directrices de los grandes poderes económicos, representados por el FMI y BCE. En definitiva, la subordinación de la política a la economía, lo cual es gravísimo para el sistema democrático. Aquí está el quid de la cuestión. El desequilibrio entre el poder económico y político es inmenso. Los grandes grupos financieros, los grandes consorcios empresariales -a los que están subordinados los grandes medios de comunicación- y las grandes fortunas forman un bloque compacto. Sus gestores han adquirido un gran poder para influir en la política. Todo va a en una dirección irreversible, hacia una concentración oligárquica de la riqueza y del poder. Un ejemplo, presentado por Francesc Raventós, el grupo Volkswagen en el año 2014 proporcionó trabajo a 592.000 personas y facturó 200.000 millones de euros, el equivalente al PIB anual de Cataluña. ¿Qué presión pueden ejercer la Generalitat o el Gobierno español para castigarla por el fraude medioambiental en la fabricación de sus coches? Pues nula.

Lo mismo puede decirse en relación al mundo de las finanzas. Me vienen a la memoria las palabras del discurso de Hollande en Le Bourget el 22 de enero de 2012 para las elecciones a la presidencia de la República francesa. “Mi verdadero adversario no tiene nombre, ni rostro, ni partido. No presentará nunca su candidatura y, sin embargo, nos gobierna. Es el mundo de las finanzas. Ante nuestros ojos, durante veinte años, las finanzas han tomado el control de la economía, de la sociedad e incluso de nuestras vidas”. Para controlar el mundo financiero, una vez presidente, nombra a Enmanuel Macron, ministro de Economia, procedente de la banca Rosthschild. ¡Qué burla a la ciudadanía francesa!

De todas las maneras señalar que el poder político está al servicio del mundo económico, no es decir nada nuevo, Carlos Marx decía que los gobiernos no eran más que meros miembros de los Consejos de Administración  de las grandes empresas de la gran burguesía. Y no le faltaba razón. Ha transcurrido ya más de un siglo desde que aquél genial escrutador científico del sistema capitalista formulara esta definición. No obstante,   hoy más que nunca,  la descripción de Marx ha demostrado haber sido certera.

Por ello, podemos entender en el caso de España que en estos años las políticas de los diferentes gobiernos, en absoluto, han estado al servicio de la ciudadanía. Los programas electorales los han arrojado al cubo de la basura. El del plasma nos dijo “he hecho lo que tenía que hacer”. Los gobiernos han estado al servicio de los grandes poderes: el rescate financiero, las diferentes reformas laborales, la permisividad cuando no apoyo a la evasión fiscal o elusión fiscal, la incapacidad para aprobar una reforma fiscal progresiva, privatización de los servicios del Estado de bienestar, etc. Voy a poner algunos ejemplos, por si alguno es un poco duro de entendederas. Nos decían que debíamos apretarnos el cinturón. Vale, de acuerdo. Pero cuando son los grandes poderes económicos los que exigen, para ellos los sacrificios no cuentan. El pasado año con una rapidez vertiginosa el gobierno tramitó la indemnización de 1.350 millones a ACS por la hibernación de la plataforma Castor.

En el B.O.E. de 15 de mayo de este año se publicó el siguiente Real Decreto-ley 7/2015, de 14 de mayo, por el que se conceden créditos extraordinarios y un suplemento de crédito por importe de 856.440.673,35 euros en el presupuesto del Ministerio de Defensa, para atender al pago de obligaciones correspondientes a Programas Especiales de Armamento y a la realización de otras actuaciones del Departamento. La Fiscalía Anticorrupción archivó la denuncia de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético sobre el perdón de 3.000 millones a las eléctricas cobrados de más a los ciudadanos, que llevó a cabo el Ministerio de Industria en 2008, con el PSOE. Y en la Unión Europea más de lo mismo. ¿Cómo puede estar al frente de la Comisión Europea el luxemburgués Jean-Claude Juncker? Que lo esté es una prueba incuestionable de que la Unión Europea es un proyecto institucional construido al servicio de los grandes poderes económicos en lugar de los ciudadanos. Cualquiera medianamente informado sabe que Luxemburgo se ha convertido en un paraíso fiscal (PF), de lo que es en gran parte responsable el gran Juncker, cuando fue ministro de Finanzas y primer ministro en su país. No resulta descabellado hoy, teniendo en cuenta, las prácticas financieras desarrolladas en el Gran Ducado, que este país fuera expulsado de la Unión Europea. Razones justificadas las hay tal como describe Gabriel Zucman en su libro La riqueza oculta de las naciones. Investigación sobre los Paraísos Fiscales. Si se ha convertido en una de las primeras plazas mundiales en las finanzas, ha sido comercializando su propia soberanía. A partir de los 1970, se lanzó a una empresa inédita: la venta a las multinacionales del derecho a decidir ellas mismas sus propias tasas de impuestos, sus reglamentos o leyes. Este comercio no tiene límites. Todo se vende o se compra.

Los mecanismos del gran capital para controlar al mundo de la política son diversos: puertas giratorias, corrupción, etc.

Por todo lo expuesto, cada vez estoy más convencido de que las elecciones del 20-D es un auténtico circo. Por supuesto, me agradaría que me presentaran argumentos convincentes para cambiar esta opinión.

Las elecciones del 20-D son un auténtico circo
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