viernes. 19.04.2024

Por Damián Peña Martín, Secretario General de la Federación del Exterior de FSP-UGT

En el pasado, no tan lejano, la política exterior era considerada frecuentemente como un ámbito político de menor rango, y en el “ranking” muy por debajo de la política económica, educativa o de seguridad. Hoy ha cambiado la situación. La globalización, la percepción de que vivimos en un mundo mucho más interrelacionado, con intereses compartidos, pero también disputados, hace que los asuntos exteriores, las relaciones internacionales de los países, y del nuestro en concreto, logre captar en mayor medida la atención de la ciudadanía.

Hoy política exterior es, en gran medida, promoción comercial, es promoción económica y, por lo tanto, conservación o creación de puestos de trabajo. Por lo tanto, no es un asunto baladí, que pueda dejarse en manos de los llamados “expertos”.

La política exterior del siglo XXI es política del día a día, que influye de forma directa e inmediata en las condiciones de vida de la población, de todos los ciudadanos. Es por ello que resulta necesario una mayor atención, interés y seguimiento, por parte de la sociedad.

La política exterior no debe ser una política exclusivamente del gobierno de turno, de las diferentes Administraciones, sino una política fruto de la concertación, de la suma, de diferentes actores, que a su vez aporten su visión de la realidad y sus planteamientos específicos. Así lo practican países como Alemania o los países nórdicos, que entienden política exterior como resultado de la acción de los diferentes intervinientes, reconociéndoles su papel y protagonismo en sus respectivos ámbitos o sectores.

Sintetizando. La política exterior, nuestra acción exterior, debe estar guiada por una línea general consensuada, pero que no implique tal rigidez que impida adaptarse con cierta flexibilidad a nuevas situaciones y retos imprevistos.

Si concretamos lo que debe significar política exterior en nuestro caso, en Canarias, veremos que nos encontramos ante la ausencia total y completa de una estrategia exterior regional común. No existe consenso entre las fuerzas políticas y los colectivos más representativos de nuestra sociedad en otros temas primordiales y, por lo tanto, tampoco en éste.

Para un archipiélago como el nuestro, que comienza tímidamente a percibir que la cercanía al continente africano no tiene que ser necesariamente una amenaza, sino más bien una gran oportunidad de desarrollo y de diversificación económica, contar con una estrategia política exterior es una obligación ineludible.

Al ritmo actual pasarán todavía varias generaciones hasta que las relaciones entre Canarias y África hayan alcanzado el grado de normalización deseada. Es realmente increíble que hasta hace escasos meses no existiera una conexión marítima regular estable entre Canarias y el continente africano. Resulta asombroso que Canarias se límite a debatir la conveniencia entre los diferentes tipos de modelo turístico, pero que no considere necesario apostar por esa alternativa económica que supone el África occidental.

Posiblemente hayamos retrocedido en los últimos 30 años en cuanto a contactos e intercambios con el continente africano. Si antes existía el Sáhara español, ahora ya parece que detrás de ese mar, en el naciente, ya no hay nada más que una gran amenaza de pateras y cayucos.

La política exterior y las oportunidades descuidadas
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