miércoles. 24.04.2024

Por Eduardo Álvarez

Estos dos fenómenos marinos van ineludiblemente unidos, ya que el segundo es consecuencia directa del primero. Si no hay ola no hay resaca.

Cuando trasladamos estos términos a la política nos damos cuenta de lo poco que saben los partidos políticos de la realidad cotidiana y mucho menos de cómo gestionar tanto la venida de la ola como la posterior resaca cuando el agua vuelve a su sitio.

Ganar una elecciones como consecuencia de lo que pasa fuera de nuestros limites geográficos y no por que se haya demostrado una capacidad innata de gestionar instituciones es, cuando menos peligroso.

Ganar unas elecciones porque el que estaba lo ha hecho mal o rematadamente mal y no por haber demostrado tu capacidad para hacerlo infinitamente mejor es, cuando menos, un problema muy serio.

Estoy convencido de que, con la que esta cayendo, el Partido Popular, de haberlo sabido antes, habría deseado que la ola del desastre no les hubiera aupado al poder de la forma que lo ha hecho.

Pero el verdadero problema que tiene este partido en la actualidad no es haberse encontrado un país tan desastroso a nivel económico y financiero, sino que para reconducir la situación tiene que tomar medidas que no gustan a casi nadie, ni siquiera a muchos de los que contribuimos a que la ola fuera del tamaño de un tsunami.

Es muy fácil criticar al que se ve obligado a arreglar los desastres ajenos. Es muy fácil pensar ahora que todos las medidas que el gobierno de la nación esta tomando son erróneas y que las cosas se pueden hacer de otra forma, menos dolorosa, menos agresiva y menos lesiva para los intereses de los que siempre pagan el pato de los desmanes de los demás, léase políticos y banqueros, o sea los ciudadanos de a pie.

Un gobierno que se precie tiene que saber que el precio que tiene que pagar por todo esto es muy alto y que las consecuencias están incluidas en el sueldo.

Pero el gran problema de los partidos que llegan al poder en estas, tan especiales, circunstancias, es que demuestran que viven de espaldas a la realidad.

Y en Lanzarote lo que esta pasando es la constatación de que los partidos políticos no saben como ir encima de la ola sabiendo que después viene la resaca. Para ellos, los resultados de las últimas elecciones municipales y autonómicas se han convertido en pan para hoy y hambre para mañana.

Hemos ganado y a partir de ahora todo el monte es orégano. Pues va a ser que no. Precisamente cuando la razón de tu triunfo en las urnas es como consecuencia del desastre de los adversarios políticos, es cuando mas cuidadoso, estricto, meticuloso y sobre todo, cuando mas humilde tiene que ser el triunfador.

Me da la impresión que en Lanzarote ha pasado exactamente lo contrario. Cuando una realidad social absolutamente ficticia te ha puesto al frente de nuestro destino, lo que deberían haber hecho los triunfadores es aprovechar la ocasión, única en su trayectoria política pasada, presente y mucho me temo que futura, para demostrar que, aunque con evidentes connotaciones sociales en ningún caso deseadas, los políticos que conforman estos partidos están suficientemente preparados para hacer exactamente lo contrario de

los anteriores.

La triste realidad es que han demostrado una habilidad congénita para hacer casi lo mismo que todos.

Se han rodeado de pelotas, correveidiles, porteadores de cafés y rendidores de pleitesía cuasi reverencial, incapaces de decirles a sus jefes lo que esta mal por miedo al rechazo y al ostracismo politico.

Algunos pensábamos que con el cambio de rumbo que se avecinaba la situación iba a cambiar ya que, en nuestra inocencia ciudadana, era casi imposible que las cosas se hicieran peor.

Errare humanum est, pero criticar al que se va para hacerlo casi peor no es de recibo.

Al final, como conclusión a esta reflexión, lo que nuestros políticos se empeñan en demostrar sistemáticamente, después de lo visto en los últimos congresos celebrados por los diferentes partidos, es que lo único que importa es garantizarse ellos mismos su estatus económico sin importarle que el ciudadano sea cada vez mas pobre, el pequeño empresario cada vez mas insolvente y con menos capacidad para generar recursos en beneficio de la sociedad y el parado no solo mas parado sino que además con lo poco

que pueda ganar tenga las cosas mas caras y como consecuencia de ello, menos capacidad para llevar una existencia digna hasta que alguien arregle este desastre.

La ola y la resaca
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