miércoles. 24.04.2024

Es vieja, pero no sé si apócrifa o real, la anécdota que relata la carta o el telegrama que le envía la desesperada mujer a su marido, que trabaja fuera de la isla, en la que le pide el inmediato envío de dinero para vestir a su hija como es debido de cara a la inminente llegada de las fiestas de San Ginés: “Chacho, la niña desnuda, San Ginés encima”.

Están tan encima los tales “sangineles” que hasta se ha presentado ya el cartel oficial de las fiestas principales de Arrecife, nuestra caos-pital, obra y gracia de Elena Betancort, según veo y leo aquí mismo, que al menos hace una pintura original y no copiada/calcada a otros años, como la que presentó y cobró don Ildefonso Aguilar, ese artista entre los artistas, porque hay que darse mucho arte para vivir también y tan bien del cuento.

En 2008 hay nuevo concejal del ramo en el Ayuntamiento gobernado por un pacto PSOE-PIL que apenas lleva año y pico o año y poco en ese gobierno municipal. El anterior edil aguantó escasamente un San Ginés, pero por culpa de su incontenible fogosidad juvenil (Pérez Pachorras dixit), tuvo que dimitir “por razones personales”, no por la total inacción en la que don Enrique tiene y mantiene sumido al Ayuntamiento, que es muy parecida -calcadita incluso- a la inacción que se respira en el Cabildo en donde reina pero no gobierna Manuela Armas, como es triste fama. Ahora han puesto en lugar del ex concejal a otro concejal que tampoco parece próximo a la senectud, con lo cual debe estar afectado de juveniles ímpetus similares a su antecesor en el cargo. Aunque sé que lo gana muy bien, no le arriendo las ganancias al muchacho.

Visto de la forma más fría y objetiva que se me alcanza, lo de la matraquilla de los denominados (de último, porque antes nadie los llamaba así, puestos a contar toda la verdad) “sangineles”, empieza a tener hasta delito, para mi gusto. No es afán de criticar por criticar, el Cielo me libre, pero cada año que pasa se me antoja más evidente que una fiesta que se supone principal en toda la isla ha terminado siendo, principalmente, un fiasco. No lo dice el que firma, que apenas le presta la más mínima atención al ruido que nunca trae nueces ni agua, sino la inmensa mayoría de la vecindad, que se queja con sobrada razón del excesivo dirigismo político. Excesivo y torpe, visto lo visto.

El evidente desastre organizativo de los festejos de San Ginés de los últimos años parece la reiterada crónica de un desastre calcado, si hacemos un poco de memoria. Prueba palmaria de que los hay tan ciegos y obcecados en mantenerla y no enmendarla que no escarmientan en cabeza ajena ni en la propia, si la hubiera o hubiese. Los conejeros que no han sacado partida económica al circo sanginelero (la opinión de los que se forran con el desastre no vale, por interesada) coinciden en señalar y censurar ese fiasco festivo. Una de las quejas habituales habla de la vulgarización (con perdón por el palabro) del recinto ferial, que a este paso acabarán instalándolo en Playa Honda (todo se andará, y el año menos pensado acabaremos sufriendo la traquina de San Ginés los vecinos de San Bartolomé, que tampoco debemos culpa). Dícese del ferial que sus atracciones más parecen atracos: unos cuantos euros -un suponer- para dispararle a un machanguito minúsculo con una escopeta estrábica, por lo que juran algunos de los improvisados pistoleros que fueron a disparar y salieron disparados más lejos que cerca. Por no hablar del total descontrol y la falta de vigilancia en la venta de alcohol a mocosos, niñatos y demás familiaje, también llamados menores de edad. Ese delito también tiene un nombre. Y unos culpables, preferentemente políticos, que seguro que este año no van a permitir que se repitan tantas y tan graves calamidades organizativas. ¿O sí? ([email protected]).

La niña desnuda, San Ginés encima
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