jueves. 25.04.2024

1.- Ha denunciado el concejal portuense Lope Afonso (PP) la maraña legislativa que impide a los inversores meter un duro en la ciudad. Ha dicho que el ciudadano no puede depender de cinco administraciones: la local, la insular, la autonómica, la estatal y la europea. Y ha reconocido que él, ante la maraña infame, ha tirado por la calle de en medio y ha puesto en vigor una especie de directiva Bolkestein , sin serlo del todo, para que los ciudadanos puedan abrir sus negocios con la mera presentación de un papel. Ya ocurre en La Laguna. En el Puerto de la Cruz no se mueve ni el Consorcio de Turismo, porque Marcos Brito tiene placado a Fernando Senante , su gerente. Esto no lo ha dicho Lope Afonso, sino que lo he leído en un confidencial. El Puerto no saldrá adelante sino con imaginación. Fíjense en la desidia: la cabeza de la estatua de Isidoro Luz , en Martiánez, está cagada de palomas. Cualquier día salgo yo con un trapo y un cubo y la limpio. Isidoro fue el autor del milagro que luego el tiempo y la torpeza en la gestión debilitaron. Y quien desea invertir se encuentra con cinco administraciones, que cada una dice algo distinto, con el noble propósito de recaudar impuestos, sacarle las perras al incauto por tasas y demás y no darle soluciones. Y mantener a gandules. Una inmoralidad.

2.- Ha dicho Lope Afonso que esa maraña infame tiene detenido el plan del casco, que va del Ayuntamiento al Cabildo y del Cabildo a la Cotmac en una danza maldita. Pues maldita danza. La arquitecta y urbanista María Luisa Cerrillos está esperando que la contraten para obrar el milagro. Tiene buenos mimbres, pero nadie suelta el proyecto. Todo el mundo quiere poner su pega. ¿Y saben para qué, además de para cobrar? Para conservar miles de puestos de funcionarios inútiles, sin pies ni cabeza, de gente que no sabe decir sí, sino no. De gente que lo torpedea todo y que no quiere que estas islas saquen la cabeza.

3.- Sostiene Lope Afonso que las normas tienen que cambiar y, sobre todo, el errático, extemporáneo y absurdo plan general del Puerto de la Cruz, el que más pegas pone del mundo. Por culpa de este plan nadie invierte en la ciudad, porque a sus enrevesados y absurdos planteamientos hay que unir las pegas administrativas de la hidra de cinco cabezas que no la hubiera diseñado ni César Manrique para el Lago de Martiánez. Las cinco administraciones que se francotirotean unas a otras para dejar al ciudadano inversor en pelota picada. Y, claro, así es imposible. Y, encima, el alcalde que no deja arrancar el Consorcio. ¡Dios, qué cruz!

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La maraña infame
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